Por Patricia Rizzo
Sólo puede visitarse hasta el próximo domingo. El círculo caminaba tranquilo es una exhibición que muestra parte de la Colección del Deutsche Bank en diálogo con una selección de la colección de nuestro Museo de Arte Moderno en Buenos Aires y cuya innovadora propuesta de montaje, entre otras muchas cosas, la vuelve imperdible. Victoria Noorthoorn, como curadora, dio una indicación precisa a quién sería la diseñadora de la puesta: ”¡Necesito que desaparezca la arquitectura y que los dibujos vuelen!”.
Y así fue. La propuesta hace que la arquitectura se vuelva invisible, mediante el borrado de los ángulos rectos de los zócalos. La idea fue generar una forma de espacio continuo, una sinuosa línea circular que haría flotar las piezas por un fantástico espacio aéreo.
Artistas ineludibles como Piet Mondrian, Joseph Beuys, Lucian Freud, y Otto Dix se exhiben –y lucen- con nuestros Guillermo Kuitca, Marta Minujín y Alberto Greco, entre muchos otros.
La línea curvada que envuelve el espacio predispone a que el púbico circule silenciosa y cómodamente para llegar a la ubicación de cada pieza en el aire, concentrándose en la secuencia de imágenes. Cada obra como una entidad, cuya materialidad remite al proyecto creativo de cada artista, como un objeto en el espacio. Como ha dicho quién diseñó arquitectónicamente el espacio, Daniela Thomas, en su texto de presentación “como una forma, como un color, como una posición ideológica, un momento en el tiempo, entre muchos otros ecos (…) En este travieso paseo a través de las obras hay una alegría que imagino podría resultarle contagiosa al público. Es algo apetecible y provocador, algo afín al universo de los dibujos en papel, siempre desafiándonos con su mezcla de familiaridad y evasividad”.
Ese tesoro de imágenes incluye a consagrados y recién llegados y resulta un descubrimiento tanto para entendidos como para quienes no suelen frecuentar exhibiciones de arte. Hay imágenes pródigas en texturas y materialidad que resultan muy sugerentes; varios de los más destacados artistas de los siglos XX y XXI, en una apuesta arriesgada, que insisto, renuncia al cubo rectilíneo blanco para proponer un recorrido poético que la hace especial.
Pueden verse, por ejemplo, la transformación y el movimiento que son temas cruciales de los turbulentos paisajes de Kurt Schwitters; éstos conviven con heliografías de León Ferrari en las cuales el artista analiza el lugar del hombre contemporáneo dentro de una sociedad cuyas reglas determinan su comportamiento automático; también las múltiples líneas que componen cada dibujo de Marina De Caro, presente con varias piezas, que al decir de la curadora “danzan de manera ritual, hablando de la introspección del sujeto y su necesidad de afecto, del desdoblamiento que ocurre al enamorarse, de la confusión del yo en el yo del otro, y de mucho más”
Me gustó esta exhibición porque propone una experiencia distinta, para los que aprecian este tipo de programas y para los que no, que a partir de esa visita podrían ser capturados en su interés para muchas otras.
Fotos de sala: © Josefina Tommasi