El otro día Sunflower se dedicó un buen rato a montar todo un escenario con sus troncos de madera, sus animalitos y sus gnomos en su habitación, luego lo tapó todo con una tela de seda y vino a buscarme con mucha urgencia. “Mami, ven corriendo, que voy a regalarte un cuento”. Qué regalo más bonito, pensé emocionada. Me senté donde ella me indicó y disfruté de mi regalo, escuchando embobada cómo narraba, a su perfecta manera de una niña de cuatro años, este cuento:EL GNOMO DE LAS MANZANASBajo un gran pino, cerca del camino, vivía un pequeño gnomo, no más grande que una seta.Cuando llegó el otoño, el pequeño gnomo, pensó que necesitaba recoger las manzanas del huerto, si quería llenar la despensa para pasar el largo invierno.Al día siguiente, de madrugada, se puso las botas, el abrigo y el gorro, se ciñó la mochila a la espalda y se puso en camino. Pero al poco de caminar por el bosque, oyó de pronto un pequeño ruido: crec, crec, crec; y se topó con la cara de un zorro que lo estaba vigilando con sus astutos ojos verdes.Corre que te corre. El pequeñognomo volvió raudo a su casa y dijo:-¡Uf! Casi he dejado la piel ¡En otro momento volveré!Al día siguiente, de madrugada, se puso las botas, el abrigo y el gorro, se ciñó la mochila a la espalda y se puso en camino. Esta vez salió del bosque sin sobresaltos hasta que llegó a un bello prado donde pastaban las vacas; muu, muu, muu…La mayor de todas las vacas sacó su larga y larga lengua, como si quisiera comerse al pequeño gnomo, y él, muy asustado, volvió corriendo hasta su pino:-¡Uf! Casi he dejado la vida ¡Volveré otro día!Al día siguiente, oyó el tintineo de las campanas del pueblo. El pequeño gnomo salió con sus botas, abrigo, el pequeño gorro y la mochila a la espalda y atravesó el bosque, cruzó el prado y llegó hasta el huerto. ¡Las manzanas estaban tan altas y él estaba tan abajo!El viento jugaba alegremente entre las ramas del árbol, y al ver al gnomo tan triste… hizo caer amablemente la más dulce manzana hasta sus manos. ¡Qué alegría!El gnomo le saludó alegremente, dio las gracias y después de guardar la manzana en la mochila, regresó a su casa. ¿Qué creéis que pasó luego? En su casa, el pequeño gnomo se comió un trozo de manzana hasta quedar bien saciado, y luego… luego partió a trozos la manzana que quedaba, la puso en una cacerola con azúcar y dándole vueltas y más vueltas, hizo una buena mermelada. Cuando hubo terminado, y tenía todos los botes llenos, estaba tan cansado que se tumbó en su pequeña camita de musgo y se durmió. Y la luna, desde la ventana, dulcemente le cantó para acunarlo…Este cuento forma parte de un libro pequeño, pero a la vez muy grande, llamado Cuentos para Chiquitines.