Mamita querida: la madre cocodrilo.

Por Valeria @asoclibr

"...Suleika abrió al máximo su gran bocaza y la mantuvo inclinada de modo que los pilares de sus aguzados dientes no constituyeran un obstáculo. Y los cocodrilos recién nacidos entraban uno detrás del otro, pasando con toda confianza sobre los dientes para buscar refugio en la boca de su madre. Cuando habían entrado unos sesenta cocodrilitos, el "cochecito del niño" quedó completamente lleno. Con esa carga "infantil" la madre se encaminó a la orilla del agua donde los pequeños iban a darse su primer baño."
                                                                        (Un cocodrilo para desayunar - V. Dröscher)


La tarea que tiene la madre cocodrilo para posibilitar que sus crías nazcan es sumamente intensa. Esa intensidad la lleva a proteger a sus crías incesantemente. Se genera en ella una desmesurada locura para abrigar ese cuidado que hace sin su macho ya que luego de aparearse, el cocodrilo macho y la hembra se separan. 

Un mes más tarde la hembra busca un lugar propicio para poner sus huevos haciendo un nido que por lo general es un hueco en la arena con alguna vegetación cerca del agua.  La madre permanece cerca del nido para proteger sus huevos. 

Soporta el calor yendo y viniendo de la zona del nido. Por momentos incluso queda a medio camino con su boca abierta (la boca la deja abierta porque es un modo de atemperarse). La madre es muy celosa del nido y los defiende con toda su ferocidad. Sus dientes no le sirven ni para mascar ni para cortar, sino para atrapar y sujetar. Cuando cazan una pieza se la tragan entera sin masticarla, a lo sumo pueden arrancarle una parte o un miembro para luego devorarla.


Luego de cierto tiempo de cuidado extremo, lucha cuerpo a cuerpo con todo aquel animal que quiera atacar a sus crías. Entre el calor, el cansancio extremo, el estado constante de alerta, el peligro, la madre cocodrilo se encuentra exhausta, sin embargo, continúa.

Llegado el momento, tendrá a sus crías. De los 90 huevos (aproximadamente) es probable que queden solo algunos ya que al resto se los han comido. 

Al nacer los cocodrilos bebes rompen el huevo, la madre cocodrilo los mete de a uno en su boca . Los toma abriendo la boca y los va introduciendo uno a uno dentro de la misma. La boca no la cierra del todo, queda entreabierta. Así lleva a sus cocodrilos bebes desde el nido hasta el agua. Los deja allí y vuelve al nido a buscar el resto de sus crías y realiza el mismo proceso.

 Al estar en su boca, los cocodrilos bebés quedan sujetos a que su madre en potencia podría llegar a cerrarla y así devorarlos. Ésta es su forma de protección, la de meterlos en la boca, lo hace cuidadosamente pero ella se encuentra en un estado de suma alerta ya que ha estado largo tiempo cuidando de esos huevos celosamente, incluso esas crías que han nacido siguen en riesgo ya que son alimento para animales de la zona. Dicho estado de alerta podría provocar que ante la más mínima situación de riesgo, ella cierre la boca. (1)



Este ejemplo de la madre cocodrilo es el que toma Lacan para hablar de algunas cuestiones vinculadas a "lo materno".
"El deseo de la madre no es algo que pueda soportarse tal cual, que pueda resultarles indiferente. Siempre produce estragos. Es estar dentro de la boca del cocodrilo, eso es la madre. No se sabe qué mosca puede llegar a picarle de repente y va y cierra la boca. Eso es el deseo de la madre". (Sem 17)

Por otra parte, ante la inmadurez, el desamparo, la indefensión con la que cada quien llega al mundo, es necesario el encuentro con otro para poder sobrevivir. Es ese encuentro con un otro deseante, lo que permitirá su construcción subjetiva: la relación, dice Lacan con un "deseo que no sea anónimo".
La boca que ampara, cuida y permite la supervivencia,  es la misma que puede cerrarse y provocar justamente, el efecto contrario.
La gran paradoja de la madre cocodrilo.
En definitiva, la misma paradoja a la que se enfrenta el "cachorro humano": ese deseo materno que le posibilita constituirse, que lo aloja, es el que también requiere del límite de la función paterna para no volverse amenazante.
Y es justamente ahí, en ese entrecruzamiento, donde se escribirán los trazos singulares de la historia de cada uno.
Nada menos.
(1) Transcribo algunas partes de un comentario que trajo una compañera del grupo de estudio, a propósito de un video que vio en NatGeo sobre la madre cocodrilo y el particular cuidado que hace de sus crías.