Supongo que todo
aficionado se ha encontrado alguna vez con películas que a pesar de ser malas,
en algunos casos rematadamente malas, las ha añadido a su particular imaginario
convirtiéndolas en algo así como obras ineludibles dentro del género; es el
encanto de la serie B, o Z qué más da, sustrato de las mayores aberraciones
jamás filmadas, contenedor de no pocos iconos inmortales y auténtico oasis de
los que nos alejamos, consciente o inconscientemente, de la intelectualidad o
comercialidad mal entendida dentro del cine, pues tanto B o Z puede ser un film
con millones de presupuesto como A una obra filmada con unos miles de dólares, por
lo tanto las películas que se enclavan dentro de esos parámetros son más una consecuencia
derivada de múltiples elementos antes que una actitud aplicada conscientemente;
no voy a descubrir el asado de cordero si menciono a Ed Wood, más conocido como
el 'Peor director de la Historia del Cine', como rey de este sub-género, siendo
no obstante una definición, por lo menos a mi gusto, algo gratuita pues peores
cosas han visto mis ojos siendo en muchos casos celebradas como obras maestras,
lo que sí es cierto que el amigo Wood solo perfeccionó lo que en los años 30
había inventado un tal Dwain Esper, personaje que junto a su mujer (Hildegarde
Stadie) ya se merecerían un artículo para ellos solos.Maniac o Sex
Maniac (1934), la película que hoy nos ocupa, fue dirigida por Esper con guión
de su mujer, partiendo de tres relatos de Edgar Allan Poe (El Gato Negro, El
Corazón Delator y El Barril de Amontillado y de pasada también Los crímenes de
la Calle Morgue) se monta un argumento como mínimo delirante, que aúna en su
interior excusas pseudocientíficas y moralizantes (para esquivar la censura de
esos tiempos) con un pasacalles de aberraciones a cada cual más salvaje:
trastornos mentales, peleas de animales, necrofilia, mad doctors, peleas de
mujeres jeringuilla en mano y algún que otro desnudo femenino; ¿el argumento de
semejante batiburrillo? pues aquí va un esbozo: un doctor algo enfermizo y
decadente ha descubierto un suero capaz de resucitar a los muertos, su
ayudante, un experto en disfrazarse, roba el cuerpo de una mujer para realizar
el experimento final, siendo éste un completo éxito. El científico decide
entonces probar las propiedades de la sustancia en su atemorizado ayudante, que
no duda en matar al profesor para librarse de semejante destino y suplantarlo
gracias a su habilidad con los disfraces. A partir de ese momento la locura irá
haciendo mella en él, llevándolo irremediablemente hacia un final nada
agradable.Vaya historia
¿no?. El film es disparatado, loco, aberrante y está salpicado de diálogos
sonrojantes, interpretaciones histriónicas, efectos apolillados y adolece de
una falta de sentido cinematográfico verdaderamente alucinante; el montaje
utilizado no hace más que incrementar esta sensación, ya que se utilizan para
ligar las diferentes partes del guión, unos pesados y ridículos carteles que
nos explican los diferentes estadios mentales y psicopatías varias de los
protagonistas, pretendiendo ser la parte seria, científica y moralizante pero
consiguiendo, por supuesto, todo lo contrario. Es obvio comentar que la
inclusión de elementos del imaginario de Poe, solo es una excusa para exhibir
una serie de atrocidades y demencias con el único objetivo de atraer al público
al espectáculo.En fin, 51
minutos de psicotrónia pura y dura que de tan bizarra se hace simpática, siendo
un film perfectamente recomendado para juntar en casa a vuestras amistades,
abrir unas cuantas cervezas o brebajes espirituosos más contundentes, echar
algo de humo y disponerse a reír hasta descoyuntar la mandíbula.Saludos
amigos/as de El Terror Tiene Forma.