Manual de supervivencia, cómo sobrevivir al primer año del bebe

Por Diego Artola Luzuriaga @DiegoArtola1
Has superado el primer año de vida de tu bebé, ¡enhorabuena!, eres un superviviente. Nadie dijo que era fácil, es más, nadie te contó ni siquiera cómo iba a ser. Junto a la madre has hecho de Juan Palomo, tú te lo has comido y te lo has guisado agarrándote a las curvas cerradas de las circunstancias. El hijo vino como todos, sin instrucciones, pero en este tiempo has desarrollado insconcientemente el manual de supervivencia del padre moderno, flexibilidad, paciencia y templanza.
Estas actitudes te hacen pasar por un pensador de la antiguedad en versión moderna, pero ya habrás podido comprobar que ninguna virtud es poca para superar la profunda transformación que has experimentado. ‘Mi vida va a cambiar’. Es una expresión que se repite tanto que parece un mantra. Para empezar, no sabes hasta qué punto se te va a complicar el día a día. Un bebé necesita todo tu apoyo para seguir adelante. Su total dependencia va a ocupar tu tiempo libre, tu descanso y tu sueño.
No nos pongamos trascendentales. Parafraseando a Einstein, la vida ni se crea ni se destruye, se transforma. Has cambiado de registro y la realidad se ve con otros ojos. Lógico, la experiencia es tan intensa que tienes que ajustar tu ritmo. En el paritorio te lo dan y te dicen, ‘disfrútalo, qué bonito!'. Qué bonito, sí, pero qué hago con esto, cómo lo hago. Socorro!.
Te pasas media vida estudiando entre el colegio y la universidad pero nadie dispone ni de un minuto para explicarte a poner un pañal, quitarle los aires, darle de comer. La vida es la mejor escuela y tu curso express para padres va como un bólido. Aquí te doy mis pautas para suavizarte el aterrizaje.

Foto BenEarwicker


La flexibilidad al poder. Mi primer consejo es que desistas a la ilusión del control, a lo sumo podrás llegar a un caos razonable. La organización ayuda, pero no es infalible. El niño es el paradigma de la Ley de Murphy del desorden. Efectivamente, estás a punto de salir de casa y se hace cacas, o se pega el castañazo o tarda el doble en comer, o no hace la siesta, o sale corriendo, se esconde, se agarra una rabieta…..Cualquier cosa puede pasar y no puedes controlarlo.
Una solución es que programes cualquier actividad familiar con un colchón de tiempo porque es probable que tardes más de lo previsto. Echale imaginación, improvisa una salida a cada contratiempo.
Paciencia, adáptate al carácter de tu hijo. Los pequeños viven en su propio mundo con un ritmo ajeno a la vida de los mayores. La sabiduría popular te pone sobre la pista, 'vísteme despacio que tengo prisa'. Ante un retraso si quieres recuperar tiempo optando por la brusquedad y la impaciencia puedes despertar a la bestia que se esconde bajo el angelical aspecto de tu hijo. Piénsatelo dos veces, una rabieta puede desmontar cualquier actividad.
El orden es la tabla de salvación. A pesar del carácter caótico del bebé no todo esta perdido. El propio niño nos da una rendija para el control con su previsibilidad. Es cierto que los pequeños se mueven por estímulos, pero en cuanto conozcas a tu hijo (cuestión de semanas) sabrás completamente sus impulsos. También saldrá al rescate los propios hábitos del bebé, con horarios pautados con precisión milimétrica. Anticiparte a las situaciones de riesgo, por ejemplo evitar un kiosko atiborrado de chuches a la hora de la comida, es el mejor remedio anticrisis.