Nicola, al final, ese el ojo elegido por el director como hilo conductor de esta intrahistoria italiana. Él, representa de una forma muy cercana y acertada, esa nueva visión de la vida italiana alejada de los estereotipos más sangrantes. Con una memorable templanza, Nicola va haciendo frente a las diversas adversidades que va encontrando en la vida, y lo hace desde la libertad que siempre ha querido para él y para los demás (acertadas escenas las de las despedidas en las puertas de las casas de su mujer Giulia y de su hermano Matteo). En este sentido, Nicola se erige en el perfecto ejemplo de la nueva Italia que hace frente a las viejas normas y costumbres de un país siempre apegado al costumbrismo y a la violencia soterrada. Él, sin duda, es un magnífico rayo de luz con el que Giordana nos proporciona un punto de vista distinto de aquello que presuponemos de una forma equivocada.
En cuanto al discurso fílmico de la película, la frialdad expositiva del inicio, en el que vamos asistiendo impertérritos a los diferentes sucesos que les van ocurriendo a los personajes, contrasta con la intensidad emocional de la segunda parte, donde los protagonistas se van enfrentado a las consecuencias de sus decisiones iniciales, y donde la vida, digamos, va ajustando cuentas a unos y a otros. Esa necesidad de libertad que la propia juventud lleva tatuada en su ADN, es la primera de las grandes ideas que nos muestra el director, a la que le siguen el primer amor de juventud y la primera lucha por unos ideales distintos que derriben lo establecido. Todo eso, en la segunda parte se torna en el retrato más cercano de la familia, en el que asistimos de una forma mucho más sensorial y desgarrada a las consecuencias de todo aquello que nos han ido contando. La vida es una secuencia de acciones (acertadas o erradas), parece advertirnos el director, y el resultado final de todas ellas es el punto final de nuestra existencia, y por supuesto, de la película.
El arranque de todo ello en La mejor juventud es un viaje al Cabo Norte en Noruega, y el the end de este travel, como no podría ser de otra manera, en una film que retrate el paso del tiempo, es de nuevo este mismo viaje por parte de un miembro de la misma familia pero de una generación posterior, cerrando Marco Tullio Giordana, de esa forma tan caprichosa, el círculo de un conjunto de existencias que, tercas, nunca quieren abandonar la senda preestablecida por el destino.
Ángel Silvelo Gabriel.