Han pasado diez y seis días desde que ingresé en urgencias, catorce desde que me trajeron a esta habitación y aquí sigo, entre estas cuatro paredes blancas, asistiendo impasible al lento paso de las horas. Dicen que todo salió bien, que he tenido mucha suerte y que seguramente mi rodilla recuperará la movilidad sin necesidad de practicar la segunda intervención que estaba prevista. También dicen que aquí, en el hospital público Delafontaine, gozan del privilegio de contar con uno de los mejores especialistas de Francia en articulaciones, lo que viene a advertir sobre lo contrario al espíritu del Catorce de Julio que sería ponerse a cuestionar, por ende, su talla mundial. En todo caso el dato es tranquilizador, pese a que nadie me ha asegurado que fuera la eminencia Clermont quien se encargara personalmente de mi pobre rodilla. Fuera como fuera, lo cierto es que hace algunos días que no sangra y apenas supura aunque siga doliendo tanto la jodida. Se, por referencias, que me practicaron tres incisiones y que por el momento evoluciona bien, pero la verdad es que aún no he tenido cojones para mirar el aspecto que presenta, ni de reojo. Cada vez que me levantan la cura, cierro los ojos durante los diez minutos que tarda el doctor Asthon en manosear y apretar antes de que la enfermera lo recomponga todo. [ Leer más... ]