Desde entonces vengo sufriendo episodios agudos de dolor; dolor pulsante que parece horadar el hueso antes de subir a la cadera. Para madame Lissard, una de las enfermeras que más manda por aquí, eso es imposible, puramente psicológico y madame Volenme, una que a pesar de sus muchos años en el cuerpo, manda un poquito menos, lo corrobora todo, tachándome además de gallina e hipocondríaco obsesivo. No obstante, y aunque tal vez solo sea por no escucharme, ahora incluyen un nuevo compuesto en esta mierda amarilla que absorbo por el brazo. Temo que sea sólo un placebo, pero gracias a el, puedo al menos echar alguna cabezada, descansar o sacar ánimo para seguir rescatando de la memoria los trágicos hechos que me propongo narrar. Mientras tanto, todos, personal y visitas, han empezado a reprochar mi actitud. Dicen que debería alegrarme y que si el hecho de retirarme la cura, hablar de alta médica y plantear los detalles lo que será mi rehabilitación, no es suficiente para levantarme el ánimo tras cinco semanas de internamiento, es que mi problema es más psicológico que postoperatorio. Así, en privado, no lo negaré. Se que arrastro un problema psicológico desde hace años y mi conocimiento de la medicina alcanza para comprender que nunca lo superaré con un cóctel de anti-inflamatorios, antibióticos y calmantes, pero la verdad, la auténtica razón, según sospecho, es otra muy distinta: ni más ni menos que la acción incontrolada de mí subconsciente. Creo que una de estas noches, dio un golpe de mano para hacer frente al estado de emergencia que me embarga. De forma cabal ya hace tiempo que me plantee el problema y en su momento, me inquietó, pero acepto que llevado por mi proverbial ineptitud lo olvidé, como si fuera un asunto nimio o convencido de que llegada la ocasión sabría de manera instintiva como enfrentar el hecho de salir del hospital, el status de inválido, el hándicap de seguir viviendo completamente solo en un tercero sin ascensor…, como para ir de un lugar a otro, como hacer para andar subiendo y bajando de casa, del metro y del urbano… Tengo demasiado presente que daba por hecho que Julia no faltaría de mi lado…Si fuera sincero, reconocería estar más asustado que decidido a fingir, pero me niego; la verdad jamás apoyó ninguna de mis causas. Así que, en justicia, nadie debería esperar ahora que reconozca mi propósito de parasitar el Sistema Sanitario. Y no es broma; aún me espanta más el despotismo de mi mente para encarar la tarea de sobrevivir a costa de la de ser digno. No volveré a pensarlo mientras dejo correr el tiempo. Escribiré como terapia desesperada. Últimamente, al menos, fluyen las palabras y se amontonan las viejas imágenes al tiempo que las invoco. Un lujo, codo a codo con el Nolotil.
Imagen: http://www.infotarot.net/blog/distinguir-miedos-de-intuiciones.html