Mariela y el mal de amor XV

Por Felipepostigo
Ayer, poco después del alba, se presentó aquí el doctor Asthon, con su cohorte de enfermeras y carros de guerra. Desalojaron sin contemplación a las brujas de la limpieza y después de examinarme minuciosamente la herida, me torturó hasta el alarido con brutales palpados, flexiones y extensiones de rodilla. Mi impresión fue que seguía doliendo tanto o más que la infausta noche que ingresé por urgencias y por supuesto infinitamente más que en los quince minutos anteriores. Así se lo hice saber, aunque no me hiciera ningún caso: “el dolor no es significativo” se limitó a gruñir al fin, fastidiado por mi pesadez “Por lo demás; ha evolucionado bien y cuando desaparezca la inflamación, la movilidad será completa” Dicho esto, me dedicó una sonrisa aséptica y una palmada en el brazo que no se si buscaba mi tranquilidad o mi comprensión por el monstruoso aspecto de la pierna. Luego se dirigió en voz baja a su equipo, escribió en un bloc y desapareció seguido, en fila india, por todos los demás. Me habían librado del drenaje y el nuevo apósito era tan ridículamente ligero, que de no ser por lo espantoso del color de la piel que lo rodeaba, yo mismo hubiera creído que me habían internado por un raspón.

Desde entonces vengo sufriendo episodios agudos de dolor; dolor pulsante que parece horadar el hueso antes de subir a la cadera. Para madame Lissard, una de las enfermeras que más manda por aquí, eso es imposible, puramente psicológico y madame Volenme, una que a pesar de sus muchos años en el cuerpo, manda un poquito menos, lo corrobora todo, tachándome además de gallina e hipocondríaco obsesivo. No obstante, y aunque tal vez solo sea por no escucharme, ahora incluyen un nuevo compuesto en esta mierda amarilla que absorbo por el brazo. Temo que sea sólo un placebo, pero gracias a el, puedo al menos echar alguna cabezada, descansar o sacar ánimo para seguir rescatando de la memoria los trágicos hechos que me propongo narrar. Mientras tanto, todos, personal y visitas, han empezado a reprochar mi actitud. Dicen que debería alegrarme y que si el hecho de retirarme la cura, hablar de alta médica y plantear los detalles lo que será mi rehabilitación, no es suficiente para levantarme el ánimo tras cinco semanas de internamiento, es que mi problema es más psicológico que postoperatorio. Así, en privado, no lo negaré. Se que arrastro un problema psicológico desde hace años y mi conocimiento de la medicina alcanza para comprender que nunca lo superaré con un cóctel de  anti-inflamatorios, antibióticos y calmantes, pero la verdad, la auténtica razón, según sospecho, es otra muy distinta: ni más ni menos que la acción incontrolada de mí subconsciente. Creo que una de estas noches, dio un golpe de mano para hacer frente al estado de emergencia que me embarga. De forma cabal ya hace tiempo que me plantee el problema y en su momento, me inquietó, pero acepto que llevado por mi proverbial ineptitud lo olvidé, como si fuera un asunto nimio o convencido de que llegada la ocasión sabría de manera instintiva como enfrentar el hecho de salir del hospital, el status de inválido, el hándicap de seguir viviendo completamente solo en un tercero sin ascensor…, como para ir de un lugar a otro, como hacer para andar subiendo y bajando de casa, del metro y del urbano… Tengo demasiado presente que daba por hecho que Julia no faltaría de mi lado…Si fuera sincero, reconocería estar más asustado que decidido a fingir, pero me niego; la verdad jamás apoyó ninguna de mis causas. Así que, en justicia, nadie debería esperar ahora que reconozca mi propósito de parasitar el Sistema Sanitario. Y no es broma; aún me espanta más el despotismo de mi mente para encarar la tarea de sobrevivir a costa de la de ser digno. No volveré a pensarlo mientras dejo correr el tiempo. Escribiré como terapia desesperada. Últimamente, al menos, fluyen las palabras y se amontonan las viejas imágenes al tiempo que las invoco. Un lujo, codo a codo con el Nolotil.
Imagen: http://www.infotarot.net/blog/distinguir-miedos-de-intuiciones.html