Cuando pienso en porqué fotografío siempre llego a la misma conclusión: para descubrir. Tengo la certeza de que sólo a través del visor de la cámara soy capaz de encontrar esa otra cara de lo visible, lo oculto a nuestra mirada ya cansada.
Para ello procuro desdibujar los límites del mapa, pues son esas paredes las que me impiden encontrar la Atlántida escondida. Anhelo zambullirme entre sus secretos y ser como aquel explorador a quien le da vueltas la cabeza al presentársele el nuevo mundo. Así actúo con la cámara: mediante ella escrutino islas escondidas a nuestra visión limitada, e investigo los entresijos de un escenario anclado entre el mito y la razón.
No creo, por tanto, en la objetividad del medio, y sin embargo su veracidad me apasiona. La disposición innata de la fotografía para afirmar que todo lo que muestra es real es precisamente lo que me conduce a utilizarla. De este modo, la fotografía resulta ser una hábil mentirosa quien, conocedora de nuestras debilidades, no duda en hacer uso de su “doble moral”. Juguetona ella, disfruta creando ese instante de confusión que llena la imagen de una magia incalculable. Yo me valgo de ello.
“El engaño de la mirada” es una serie construida a partir de notas a la deriva. Una melodía compuesta mientras recorro las geografías más dispares y observo el paisaje buscando en él mi mirada reflejada. Así compongo un viaje introspectivo hacia mi propio “modo de ver”. Una visión en la que expongo algunos de mis miedos, dudas o intuiciones. De esta manera fotografiar se transforma en un ritual que me permite, simbólicamente, dotar de sentido aquello para lo que no tengo respuestas. Un viaje basculado entre la noche y el día.
La serie propone un recorrido de entrada y salida durante el cual símbolos y lugares se entregan al espectador. La narración poética entra en juego para facilitarme así transportar aquello más tangible al campo de lo volátil e intentar de este modo transmitir mis propios interrogantes. El resultado es un conjunto de fotografías pausadas y enigmáticas, resultado de mi propio modo de trabajo. Caminar junto a mi cámara analógica y esperar mientras se desvela la imagen sobre el papel sensible.
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Texto: Marta Pareja Cobos