A lo largo que avanza el relato del libro, y por ende de esta Biblioteca de verano, vemos como los libros en sí mismos desprenden vida, reflejos de vidas que están impresas en las hojas que los conforman unas veces, pero también en otras, a través de las anotaciones que otros han hecho cuando los leían, y así, la vida se prolonga indefinidamente sin necesidad de cerrar el círculo, y la intriga se acrecenta hasta un desenlace que se convierte en una puerta abierta por la que transitar de nuevo. Y la sabiduría que nos proporciona también, pues no sólo se nos cuenta la vida de la protagonista y su familia, sino que también hay un espacio, un gran espacio para la literatura y sus autores, Paul Valéry, John Milton, Daniel Defoe, William Hazlitt… e incluso para el amor; sentimiento universal que mueve el mundo, y junto a los libros, son dueños de la vida verdadera.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.