Algunos de los grafiteros que han dejado su legado inscrito en paredes y muros de ciudades como Nueva York, Barcelona o Sao Paulo, y que utilizan seudónimos tan conocidos como Banksy, Obey o Space Invader, han llevado su arte clandestino a las paredes de los museos parisinos.
La exposición Au-delà du Street art (Más allá del Arte Urbano), reúne 70 obras de 13 artistas de prestigio internacional y que puede visitarse en el Museo de la Poste de París hasta el próximo 30 de marzo, es la última evidencia de esa tendencia en la capital francesa, donde han florecido galerías especializadas, como WallWorks, Itinerrance o Ligne 13.
Sometido a los riesgos de la calle, del clima y de la erosión del tiempo, el 'street art' se inscribe en la historia pasando de la calle a las instituciones.
París, que ya había institucionalizado esta forma de arte en el pasado con exposiciones en centros como la Fundación Cartier o el Grand Palais, lleva ahora el arte urbano hasta el interior de la oficina postal, sector que también ha conquistado el espacio público a través de los buzones.
Es por eso que C215 ha reunido esa confluencia en Nostos, uno de los trabajos que pueden visitarse junto a la estación de Montparnasse y que presenta el retrato de una niña con chupete estampado sobre uno de esos receptáculos que engullen cartas y que pueblan las calles de la capital francesa. Junto a C215, otros cinco artistas (L'Atlas, Ludo, Miss.Tic, Rero y Vhils) han concebido una obra expresamente para una muestra que a través de aerosol, acrílico, plantillas 'stencil', mosaicos, collage, resina o grabado que se aplican sobre muros, señales de tráfico, lienzos o cajas de pizza, atestigua la evolución del arte urbano tanto en técnicas como en soportes.
Lejos quedan las pinturas callejeras que firmaba Corbread en Filadelfia a finales de los sesenta y que se popularizaron en los vagones del metro de Nueva York una década después, en un contexto de crisis económica y de desigualdades sociales.
Sin embargo, la popularización del graffiti llegó a París en los años ochenta, impulsado por el trabajo de los creadores que 'vandalizaban' la infraestructura urbana neoyorquina con sus coloridos botes de espray y que buscaban popularizar su firma en los andenes, como Julio 204 o Taki 183. Entonces, ellos mismos se autodenominaban 'writters' (escritores).
Las firmas y los estilos fueron evolucionando en subgéneros como 'racking', 'biting', o 'bomb-bing', en función de los estilos y la caligrafía y mientras la policía se esforzaba por aplicar leyes antigraffiti, sus 'tags' se abrían paso hacia el corazón del sistema del arte.
Actualmente, muchos de los artistas que componen la exposición parisina venden sus obras por cuantiosas sumas en galerías y subastas de arte y alcanzan a públicos muy alejados de aquel germen de protesta social irreverente, como la presidenta de la patronal francesa, Laurence Parisot, en cuyo despacho parisino reina una obra del estadounidense Quick. El propio Damien Hirst, uno de los gurús del arte contemporáneos, también cuenta en su colección privada con piezas de Banksy, el anónimo y popular artista de Bristol que vende su trabajo por cientos de miles de dólares. En nuestro país el tagging con aerosoles empezó de una manera muy peculiar, denominado como "estilo flechero" al parecer espontáneamente. A principios de 1980, en plena movida madrileña, algunos jóvenes se pusieron a escribir en las calles, los metros, las estaciones, etc., con sus rotuladores primero y después con aerosol.
Muelle (Juan Carlos Argüello) fue el primero en aparecer alrededor del año 1980 y en los cuatro años siguientes le siguieron otros como Bleck La Rata y Glub. Era un movimiento descontrolado, con mucho respeto entre los grafiteros. Se les denominó como grafiti autóctono madrileño. A esta corriente también se la ha llamado a veces despectivamente «flecheros», por la inclusión de flechas en sus firmas.
Los años 90 en España están profundamente marcados por la aparición de una marca de sprays de pintura especializados para grafiti, MONTANA, los cuales han permitido la accesibilidad a todos los escritores a una pintura de calidad y un precio muy asequible, anteriormente toda la pintura era sustraída en grandes superficies o ferreterías.
Más información: Musée de la Poste (París)