La microbiota y el intestino se comunican por un lado mediante la activación y el estímulo de las células B y T y por otro mediante la acción sobre receptores específicos de membrana en el enterocito (la célula del intestino) con una misión inmunomoduladora. El sistema inmunitario de individuos sanos está muy activado en respuesta a los antígenos alimentarios y a los patógenos, pero sobre todo a la flora normal, lo que no es muy intuitivo y desconcierta al sentido común de los no entendidos que suelen pensar que la respuesta inmunitaria se debe a la comida contaminada. El empleo de probióticos estimula las células T helper (Th) 1, productoras de citocinas y causantes de la inmunidad celular, asimismo estimula la inmunidad secretora, con el aumento de la producción de IgA S mediante interacciones complejas entre los diferentes constituyentes del ecosistema intestinal, como la microflora, las células epiteliales y las células inmunes. La administración oral de bacterias usadas habitualmente como probióticos (L. casei, L. delbrueckii spp., L. bulgaricus, L. acidophilus, L. plantarum, L. rhamnosus, Lactococcus lactis y Streptococcus salivarius spp. thermophilus) induce un aumento de los linfocitos B, además de aumentar la IgA e interaccionar con las células M de las placas de Peyer.
La literatura científica actual sugiere que los componentes de la dieta pueden interactuar con los procesos en el huésped y tiene el potencial de modificar su curso. Uno de los más estudiados son los fitoquímicos, que tienen una amplia gama de efectos entre los que se incluyen antiinflamatorios, anticancerígenos y antioxidantes, lo que sugiere que las intervenciones dietéticas tienen el potencial de modificar procesos fisiológicos de gran trascendencia para el organismo, incluida la inmunidad. La comprensión de estas vías y cómo la dieta puede interactuar con ellos, contribuirá al desarrollo de la nutrición personalizada como un gran hito para controlar la enfermedad. En este sentido, los flavonoides, junto a los probióticos ya comentados y algunos aminoácidos -ya usados como suplementos y ayudas ergogénicas-, son muy importantes (entre éstos, son importantes la arginina y la glutamina). Quizás estemos asistiendo a una nueva visión de las ayudas ergogénicas y la suplementación en deportistas mediante cambios drásticos en la dieta y el apoyo mediante suplementos apropiados de modo que restablezcamos una microbiota más cerca de la que hemos tenido como cazadores y recolectores y, por tanto, más favorable para afrontar los grandes esfuerzos físicos para los que nuestra especie está, evolutivamente, muy bien preparada. En cualquier caso, conviene enlazar datos muy interesantes como el hecho de la alta ingesta de pescado y marisco en nuestra evolución (DHA), elevada exposición al sol (vitamina D), alta ingesta de polifenoles (bayas y frutas salvajes), elevado consumo de proteínas procedentes de caza, pesca e insectos (muy ricos en aminoácidos esenciales), períodos de ayuno (autofagia), activación de quinasas dependientes de AMP etc etc. Podríamos decir que se van argumentando, mediante la investigación, las hipótesis de evolucionistas que han considerado a los deportistas como los actuales cazadores y recolectores.
Nosotros, en nuestra particular cruzada por una dieta adecuada y saludable, apostamos por incluir alimentos ricos en los aminoácidos comentados, en flavonoides y en pre y probióticos. Cuando el desayuno habitual no permite tomar alimentos ricos en proteínas y los nutrientes comentados, un buen suplemento sería el que tuviera una proteína de aislado de suero de leche (rica en glutamina leucina y arginina), pre y probióticos (inulina y bacterias ácido-lácticas), beta glucanos, apigenina (flavonoides) y vitamina B6 (tiene una acción favorecedora del sistema inmune reconocida por la EFSA).
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