Matices sobre la promoción de enfermedades y la medicalización de la infancia

Por Miguel @MiguelJaraBlog

Ocurrió cuando el médico Enrique Gavilán dijo en el reportaje Sobremedicados de Salvados que el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) es

“una enfermedad que se ha creado porque había un producto farmacéutico que había que vender“.

Se refería al metilfenidato, un derivado de la anfetamina, que es el fármaco más recetado para la infancia catalogada de hiperactiva. Se generó la polémica sobre todo con una parte de los padres cuyos hijos han sido diagnosticados como tales. De hecho, Enrique, preocupado sinceramente por el posible daño que hubieran hecho sus palabras a las familias afectadas, ofreció explicaciones, de nuevo públicas, por escrito (lo que le honra).

Es más bien una cuestión de etiquetas y de definiciones. El fenómeno hace en el mundo anglosajón y el concepto utilizado para definirlo es disease mongering que se traduce como promoción de enfermedades (o como tráfico de enfermedades e incluso muchos dicen invención).

Negar que hay niños extremadamente distraídos, que no prestan atención a cosas que en teoría deberían atender, que son moviditos hasta la extenuación (sobre todo de sus padres) es absurdo. Negar que haya niños presionados por madres y padres contra el otro progenitor, como escribíamos ayer sobre el Síndrome de Alienación Parental (SAP) también es absurdo, pero de ahí a que las etiquetas las creen los que tienen intereses comerciales en que esa “realidad” exista va un trecho.

Haberlos ailos, de lo que se duda es de todo lo que rodea el proceso de catalogación. A eso nos referimos cuando calificamos estos fenómenos, que no sólo afectan a la infancia, aunque sí de manera creciente y preocupante, como enfermedades inventadas o promocionadas; a que son conceptos inventados de manera perversa por entes que por lo general desconocemos.

Se parte de medias verdades (el propio Gavilán arrancaba un artículo en este blog sobre la vacuna del papiloma así “medias verdades” de la industria). Se exageran las prevalencias y manipulan los orígenes. Se promocionan en los medios de comunicación esos mismos conceptos y de manera encubierta las drogas legales para “tratar” los mismos (en casi todos los países del mundo es ilegal hacer publicidad de fármacos que necesitan receta). Se extienden las indicaciones y esto sí es partir del medicamento para buscarle una enfermedad.

Las víctimas somos todos y en especial los niños catalogados de esta y otras maneras y sus progenitores. Aunque está en alemán merece la pena consultar el reportaje que también cité ayer publicado en Der Spiegel por el periodista especializado Jörg Blech. Recoge el contradictorio sentir de uno de los promotores de la hiperactividad como enfermedad (hay otros, como cuenta la Federación Española de Asociaciones de Ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad (FEAADAH) en una carta abierta a Jordi Évole, director del programa Salvados, tras su emisión).

En fin, espero haber aportado matices sobre el fenómeno de la promoción de enfermedades y la medicalización de la infancia, fenómeno este aún más evidente que el primero, según los datos oficiales ¿o es que asistimos a una epidemia de falta de atención e hiperactividad?