Maximilien Robespierre

Por Enrique @asurza

Maximilien Robespierre fue político francés de fines del siglo XVIII, figura prominente de un período clave de la historia francesa y europea. Para hacer frente a los gastos ocasionados por las guerras del siglo XVIII, los soberanos de toda Europa se vieron obligados a aumentar los impuestos y a extenderlos al clero y a la nobleza, ya que tanto campesinos como burgueses no podían pagar más. La situación general y la extrema pobreza de las clases menos privilegiadas propiciaron una serie de estallidos de violencia que culminaron con la Revolución francesa en 1789. Las masas parisienses se sublevaron y tomaron la Bastilla, iniciándose un período histórico de extraordinarias consecuencias y que tuvo en Robespierre a uno de sus principales protagonistas.

Principales acontecimientos en la vida de Robespierre

1758 Nace en Arras.
1789 Es elegido diputado por Artois.
1790 Secretario de la Asamblea Nacional.
1793 Ocupa su lugar en el Comité de Seguridad Pública.
1794 Muere guillotinado en París.

Nacimiento y educación de Robespierre

Maximilien-Francois-Marie-Isidore de Robespierre, que llegó a ser conocido entre sus comteporáneos como el Incorruptible, nació en Arras el 6 de mayo de 1758 siendo hijo de un abogado que a la muerte de su esposa abandonó el hogar. Tanto Maximilien como sus hermanos fueron entonces criados por sus abuelos maternos. En 1769 viaja a París gracias a una beca que le permitía ingresar en el famoso Colegio Luis el Grande de la capital francesa. Se gradúa en 1780, habiendo realizado una brillante carrera y, un año más tarde, se establece como abogado en su localidad natal. Muy pronto logra destacar por sus notables aptitudes jurídicas y es nombrado juez en la Sala Episcopal, un tribunal que tenía jurisdicción sobre la diócesis. La práctica privada de la abogacía le aseguraba abundantes ingresos y le permitía llevar una vida sin necesidades económicas. En 1783 es admitido en la Academia de Arras para el progreso de las artes y las ciencias, de la que muy pronto se convierte en su presidente.

Inicios de Robespierre en la política

Su vida social, contrariamente a lo que se ha escrito sobre él, era intensa y el abogado solía codearse con la aristocracia del lugar además de frecuentar la compañía de la gente joven del distrito. También acostumbraba participar en concursos académicos y una de sus obras. Informe sobre castigos degradantes, obtuvo el primer premio en la Academia de Metz. Su vida privada era sencilla y discreta, y aunque se llegó a decir que se había comprometido con su prima Antoinette Deshorties, nunca se casó. Su actuación pública y profesional se concentraba en la defensa de los necesitados y en el ataque sistemático al absolutismo real y a la administración de justicia. Cuando en 1788 se convocaron los Estados Generales, la Asamblea Nacional que no se había reunido desde el año 1614, Robespierre redactó una petición titulada Al pueblo de Artois sobre la necesidad de reformar los Estados de Artois. Al año siguiente los habitantes de Arras lo eligieron como uno de sus representantes, y el «tercer estado» decidió nombrarle diputado por Artois. De este modo, y a los treinta años de edad, comenzó la carrera política de Robespierre.

Robespierre como miembro de la Asamblea Nacional

Tanto en Versalles como luego en París, Robespierre conservó su acomodado estilo de vida y no alteró apenas las costumbres que habían forjado su reputación en Arras. Dueño de un verbo preciso y encendido, sus discursos no tardaron en llamar la atención de una asamblea que acogía numerosas personalidades de la política francesa. A pesar de su juventud, Robespierre no se arredró ante las fuertes críticas de la oposición, y pronunció más de quinientos discursos antes de que la Asamblea Nacional se disolviera. La prensa realista no cejaba en sus ataques y llegó a llamarle «mono de Mirabeau», en alusión al conde de Mirabeau, un político que propugnaba la creación de una asamblea constitucional. En junio de 1790 fue elegido secretario de la Asamblea Nacional, aunque siempre le marginaron de sus comités y de la presidencia de la misma. Dos meses antes, sin embargo, ya se había hecho cargo de la dirección del Club de los Jacobinos, un club político que promovía las ideas de la Revolución francesa y del que había formado parte desde sus comienzos. En octubre fue nombrado juez del tribunal de distrito de Versalles. No obstante, decidió dedicarse totalmente a su trabajo en la Asamblea Nacional, ya que allí se estaba redactando la Constitución.

Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano

El 3 de septiembre de 1791 se aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, basada en la historia antigua y en los trabajos de los filósofos franceses, que se incluyó como preámbulo de la Constitución francesa. Robespierre insistió en que esa Declaración debía respetarse escrupulosamente y luchó por la implantación del sufragio universal, por la admisión libre en las filas de la guardia nacional y en los empleos públicos, oponiéndose al veto, a los abusos del poder ministerial y a la discriminación racial y religiosa. Sus ardientes intervenciones en el foro de la Asamblea Nacional abogaron por la defensa de los actores, los judíos y los esclavos negros. También apoyó la anexión de Aviñón a Francia en septiembre de 1791, que hasta ese momento había sido una posesión papal.

Inicio de la revolución

Su apasionada lucha por la libertad no hizo más que granjearle nuevos enemigos, quienes no dudaron en llamarle individuo peligroso, además de ladrón, asesino, espía y dictador. Después de la huida de Luis XVI, para quien Robespierre había solicitado infructuosamente el enjuiciamiento, las proclamas del «revolucionario» se volvieron cada vez más virulentas, con el fin de anticipar la aprobación de la Constitución reuniendo a la mayor cantidad posible de demócratas e invitando a todos los patriotas a unir sus fuerzas contra los privilegiados. En toda Francia se impuso la ley marcial y el 17 de julio de 1791 la guardia nacional, al mando del marqués de La Fayette, abrió fuego en el Campo de Marte contra un grupo de manifestantes que exigían la abdicación del rey.
La Fayette era un moderado que quería salvar la monarquía y que había desempeñado un importante papel en la Revolución norteamericana. Después de este suceso, la vida de Robespierre no estaba segura y decidió ir a vivir con la familia del ebanista Maurice Duplay. A pesar de su delicada situación, logró que el Club de los Jacobinos no se disolviese, aunque todos sus miembros moderados se habían unido a un club rival. Cuando la Asamblea Nacional cerró definitivamente sus puertas, el pueblo de París organizó un desfile triunfal en honor de Robespierre y este mismo festejo se repitió en Artois en octubre de 1791.

Revolución francesa

Robespierre defiende sus ideales en el Club de los Jacobinos

La actividad política desarrollada por Robespierre no cesó en ningún momento a pesar del hecho de haberse excluido, igual que sus compañeros, de la nueva Asamblea Legislativa. Incluso renunció al lucrativo puesto de fiscal público de París, cargo para el que había sido elegido en junio de 1791, y se dedicó a pronunciar sus discursos en el Club de los Jacobinos. Fue en ese foro donde se opuso tenazmente a la guerra europea que propugnaba Jacques-Pierre Brissot como un medio de propagar los objetivos de la Revolución. En sus discursos denunció las intrigas secretas de la corte y de los realistas, su connivencia con Austria, la falta de preparación del ejército y la posible traición cometida por los oficiales aristócratas, cuyo cese inmediato exigió en febrero de 1792. También defendió a los soldados patriotas, como los del regimiento de Chateauvieux, que habían sido enviados a prisión después de haberse amotinado en Nancy.
Cuando los partidarios de las tesis de Brisot fomentaron las críticas contra su actuación, Robespierre fundó un periódico, Le defenseur de la Constitution, desde cuyas páginas respondió a sus opositores e inició una campaña contra La Fayette, de quien sospechaba que quería instaurar una dictadura militar. En esa época, La Fayette era el comandante en jefe del ejército francés, pero Robespierre no consiguió que fuese destituido y arrestado.

Asalto al palacio de Tullerías

Las derrotas sufridas por el ejército francés durante la guerra contra Austria y Prusia habían sido anunciadas por Robespierre y, cuando la amenaza de invasión era inminente, el pueblo acudió a él para que encabezara el alzamiento contra el gobierno. Pero Robespierre les instó a «combatir al enemigo común con la espada de la ley» y no participó en el asalto al palacio de las Tullerías cuando la insurrección se produjo finalmente el 10 de agosto de 1792. Fue nombrado miembro de la Comuna insurrecta y exoneró de toda responsabilidad a la multitud que había participado en las famosas «masacres de septiembre», en las que perdieron la vida cientos de nobles y clérigos que estaban en prisión. El 5 de septiembre de ese mismo año, el pueblo de París lo eligió como jefe de la delegación ante la Convención Nacional.

Robespierre en la Convención Nacional

Los girondinos —el grupo revolucionario que apoyaba la democracia política pero no social y que controlaba el gobierno y la administración pública— acusaron a Robespierre de actuar de forma dictatorial en la Convención Nacional. Durante el juicio contra el rey, que se inició en diciembre de 1792, Robespierre intervino en once ocasiones y pidió la pena de muerte para el soberano depuesto. Su vibrante intervención del 3 de diciembre terminó de convencer a los indecisos. Sin embargo, la ejecución de Luis XVI, el 21 de enero de 1793, no sirvió para acabar con las disputas entre girondinos y montañeses (montagnards), diputados de la extrema izquierda. Estos últimos se aliaron con los llamados sans culottes, los pobres de París, formando una especie de frente popular para luchar contra una crisis caracterizada por la escasez de alimentos y el aumento incesante de los precios. El ambiente revolucionario que se respiraba en las calles de París hizo eclosión cuando el general Charles Dumouriez traicionó a Francia y se pasó al bando austríaco.

Robespierre dirige la insurrección general

El 26 de mayo de 1793 Robespierre llamó a la insurrección general y, cinco días más tarde, apoyó un decreto de la Convención Nacional para el procesamiento de los principales líderes girondinos y los cómplices del general desertor. Este decreto fue aprobado el 2 de junio y se aplicó a veintinueve de los acusados. La Constitución democrática de 1793 contenía varios artículos presentados por Robespierre, pero sus propuestas para limitar los derechos a la propiedad, proclamar el derecho al trabajo, establecer un régimen impositivo gradual y una liga de naciones eran demasiado osadas para la época, y la Constitución nunca llegó a aplicarse.

El Comité de Seguridad Pública y el Terror

Después de la caída de los girondinos, los montañeses debieron hacerse cargo de la desesperada situación por la que atravesaba el país. Amenazada desde dentro por el movimiento federalista y en peligro las fronteras por la coalición antifrancesa, la Revolución decidió movilizar todos sus recursos para lograr la victoria. En su periódico, Robespierre insistía en que lo que se necesitaba era una «sola voluntad», y este poder dictatorial era el que habría de caracterizar al gobierno revolucionario. El 27 de julio de 1793 Robespierre ocupó su lugar en el recientemente creado Comité de Seguridad Pública, confiando fundamentalmente en las sociedades jacobinas y en los comités de vigilancia. Como presidente del Club de los Jacobinos y de la Convención Nacional, denunció la actuación de las facciones radicales de París que empleaban el argumento de la escasez de alimentos para sublevar al pueblo bajo. Robespierre contestó a estos intentos prometiendo precios máximos para todos los alimentos y la creación de una milicia revolucionaria para combatir a los contrarrevolucionarios y a los acaparadores de granos.

Robespierre instaura un reino del terror

Se instauró de este modo un verdadero reino del Terror, aunque Robespierre trató de atenuar sus efectos oponiéndose a las ejecuciones arbitrarias y protegió a los diputados que se habían manifestado contra el arresto de los girondinos y de la hermana del rey. El 25 de diciembre de 1793 dedicó su informe a justificar la dictadura colectiva de la Convención Nacional, la centralización administrativa y la purga de las autoridades locales acusadas de contrarrevolucionarias. Asimismo, se promulgaron decretos por los cuales pasaban a manos de los campesinos las propiedades de las personas sospechosas de desarrollar actividades contra el gobierno. Los que, como Danton, trataron de detener este reino del Terror atacando la política del Comité de Seguridad Pública, fueron guillotinados.

Alejamiento de Robespierre de la Convención Nacional

Pero el infatigable trabajo y los frecuentes discursos en la Asamblea Legislativa y el Club de los Jacobinos acabaron por minar su frágil salud. Cansado y acosado por las acusaciones no sólo de los realistas sino también de sus propios colegas, los montañeses, Robespierre se mantuvo alejado de la Convención Nacional y del Comité, limitando sus intervenciones al Club de los Jacobinos para denunciar las intrigas contrarrevolucionarias. En un último intento por recuperar el apoyo de la opinión pública, reapareció ante el Comité y la Convención Nacional, pero la mayoría parlamentaria se volvió contra él. Al día siguiente se le impidió hablar en la Asamblea Legislativa y fue detenido junto a su hermano Augustin, siendo trasladado a la prisión del Luxemburgo, donde el responsable de la misma se negó a encerrarle. Aunque contaba con el apoyo de la Comuna de París y varios colectivos de la ciudad aguardaban sus órdenes, Robespierre se negó a encabezar una nueva insurrección.

Fallecimiento de Robespierre

El 28 de julio de 1794 Robespierre muere en la guillotina delante de una enorme multitud. Junto a él fueron ejecutadas otras 108 personas por su adhesión a las ideas de quien llegó a ser uno de los más destacados protagonistas de una revolución que cambió el rumbo de la historia.