¡Me super URGE! es una de las frases más comunes en las oficinas en México.
Implica que algo es de suprema importancia… pero en superlativo, exagerado y expandido. Si el conflicto no es resuelto o la petición no es atendida en tiempo inhumano, habrán serias consecuencias.
Y claro, es una de las oraciones más estúpidas que jamás escuché.
Cuando alguien lanza esta gema lingüística, por lo regular lo hace para:
- Fingir que está trabajando más que tú.
- Para exhibir su pequeño nivel de poder.
- Para declarar su incompetencia y su pobre planeación.
- Para compartir su miseria y tensión con todo el ecosistema oficinal.
Con esto se logra avanzar en el trabajo apilado y también poner tensos a todas las partes interesadas en el proyecto en cuestión.
Y es bastante triste, en realidad.
El lenguaje jamás es inocente. Todo lo que decimos tiene una intención, y ¡Me super URGE! es quizá la frase más egoísta que pueda existir.
Pasa por alto las necesidades, sentimientos y carga de trabajo de otras personas; para satisfacer los deseos y frustraciones de alguien con un poco más de poder.
Convierte en objetos a las personas que tienen la desgracia de estar un nivel más abajo en la jerarquía de la oficina.
Obliga a la gente a trabajar a toda velocidad, incrementando el margen de error y las posibilidades de fracaso. Y cuando las cosas salen mal, al que le super URGÍA el proyecto, se desligará de toda responsabilidad.
Sé que es difícil evitar el ¡Me super URGE!, pero no imposible.
Si tienes buena planeación, un método de productividad que funcione y sabes decir que no a trabajos de emergencia, poco a poco tu entorno se volverá más amable. Lo digo por experiencia.
Al final de cuentas, nuestro trabajo hablará por nosotros.