La lluvia llegó a media tarde y con ella una niebla oscura que ocupó el valle lentamente. Leías un artículo sobre metodología de investigación cualitativa en la pantalla del ordenador. Llevabas seis horas de guardia y un paciente había acudido al centro de salud. Le dolía el estómago desde hacía días. La incertidumbre le fue empujando poco a poco. Hasta vencerle. Ningún signo de alarma. Tal vez estaría indicado pedir una serología de helicobacter pylori, dudabas. Menos investigación cualitativa y más dispepsia, pensaste. Una cena fría. Leo te contó que en octubre viajará a Las Vegas. Tú quieres volver a conducir un coche de cambio automático por el desierto de Texas si ella duerme en el asiento de al lado. Y parar el motor en la frontera. Yo estuve una vez en Estados Unidos. Y tengo ganas de volver, contestaste. Dormías en un colchón tirado en el suelo de la consulta. La madrugada se rompió con el sonido del móvil de la guardia. ¿Sí? Doctor, le paso con una paciente que quiere hacerle una consulta. De acuerdo. Ya pueden hablar. Buenas noches, soy el médico de guardia. Buenas noches, doctor, perdone que le moleste a estas horas. Dígame, ¿qué ocurre? Doctor, tengo miedo. Entiendo, ¿a qué tiene miedo? Ese es el problema, doctor. No lo sé.