Imagen: cooperativa.cl
Como lo he mencionado en otras ocasiones, siempre estaré a favor del trato cordial, cálido y cercano a los pacientes, pero también he subrayado que el paciente debe de corresponder a dicho trato de igual forma, además de responsabilizarse de su salud. El médico y el personal de salud deben de trabajar para velar por el bienestar de los pacientes, pero de nada servirá el trabajo de los galenos, enfermeras, nutriólogos, psicólogos, etc. si el paciente no lo quiere.
En reiterados artículos he escrito que la labor del médico debe ser reconocida, que si tanto se ha puesto de moda el síndrome de Burn Out, es precisamente por la falta del estímulo a la actividad del personal de salud, fuese la profesión o actividad que fuese. Pero creo que en su mayoría mis comentarios han ido dirigidos a las autoridades y compañeros, pero en las últimas semanas me he dado cuenta de que también debo enfocarme en los pacientes, esto me ha extrañado hasta a mí, puesto que generalmente digo que la mejor paga que tiene el médico es el agradecimiento de sus pacientes, entonces ¿por qué concluyo esto ahora?
Sigo sosteniendo que no hay mejor paga en el mundo que ver que un paciente te sonríe, te de las gracias, o se acuerde de ti y te lleve una goma de mascar, unos dulces, un queso, una sábana hecha por ella, una bufanda, etc. (no podría enumerar todas aquellas cosas que me han dado y me motivan). Pero realmente lo que más me motiva es ver que mis pacientes responden a las acciones que yo hago. Y, ¿qué hago?
Pues bien mi labor tanto en mi trabajo en el sector público como en el privado, se centra principalmente en educar, creo que va más allá de prescribir una receta o realizar alguna intervención física. En su mayoría los pacientes que yo atiendo son adultos, así que podemos concluir por ahí, que ya son responsables o al menos eso creemos. El asunto es que educar a un adulto es muchísimo más difícil que educar a un niño, tiene usos y costumbres muy aferradas, varias de las cuales tenemos que modificar para controlar sus enfermedades, diabetes, hipertensión arterial, dislipidemias, obesidad, etc. Es por ello que hacemos muchas veces uso, no solo de las habilidades que pudieramos tener nosotros, sino de la consejería y orientación de Psicología.
Ok, sabemos entonces que los cambios serán difíciles, que no los veremos de la noche a la mañana y que requieren de constancia por parte del equipo para lograr crear conciencia, para cambiar usos y costumbres arraigados a través de los años, pero cuando se logran estos cambios, sabemos que el paciente ha entendido, se ha responsabilizado de su problema y en definitiva, significa un gran logro para todos los que integramos el equipo, algo que nos motiva a seguir trabajando. Lamentablemente reitero, no es algo sencillo y no siempre se obtiene el éxito esperado.
Pero esos “pequeños fracasos” no son los que nos derrumban, porque en sí, la gran mayoría de los pacientes, aunque no hagan cambios de 180º, si hacen pequeñas modificaciones en su estilo de vida que impactan favorablemente en su salud y conforme van viendo resultados se van motivando a seguir cambiando. Estos pacientes, que vemos tan seguido y que van sintiendo los resultados, van integrándonos a sus vidas e inclusive, resulta difícil darlos de alta para que sigan siendo manejados en sus unidades y muchas veces vuelven.
Así pues, que un artículo que empezaba como queja parece subrayar el por qué considero la mejor paga, la que viene no de la cartera, sino de la misma salud y de la actitud del paciente. Pero era necesario ver el lado positivo para entender el obscuro. Tristemente, existen pacientes que por más que uno le busca, no encontramos la forma de cambiar nada, siguen viendo en el médico y en la Medicina, la solución exprés, tal vez motivados por todos estos pseudofármacos maravilla que “curan” todo, incluyendo la diabetes, sin el menor de los esfuerzos. Para ejemplificar les contaré una anécdota de esta semana:
Llegó una paciente, que como muchos, acuden a consulta con una lista como si estuvieran acudiendo al supermercado, esperando que uno les surta las recetas según sus deseos y no según sus necesidades. Inclusive, cuando se les pregunta cómo se ha sentido, si no ha tenido alguna molestia, etc. lo niegan, pero solo ven que uno saca el bloc de recetas o sabe que está escribiéndolas en la computadora, después de media hora de consulta empiezan a toser y te dicen que si no tienes antibiótico, así, directo, sin titubeos.
Respiras profundamente y comienzas un interrogatorio, ¿desde cuando tiene tos? ¿Con o sin flemas? ¿Fiebre? Las respuestas son: Desde ayer en la noche (menos de 12 horas), sin fiebre, sin flemas. Te paras, auscultas, revisas la garganta y todo se ve a las mil maravillas. Realmente no requiere un antibiótico. Prescribes un antinflamatorio ya que te refiere “dolor en la garganta” y explicas el por qué no consideras que requiera antibiótico.
De inmediato te pregunta que si no tienes nada inyectado (resulta que la razón principal para rehuir a la insulina es el miedo al piquete, pero todos quieren antibióticos inyectados), le comentas que no y te refutan: ¡yo vi que la señora que salió antes que yo se llevaba unas inyecciones!.
Le respondes cortesmente ”la señora que salió antes que usted llevaba insulina, es lo único inyectado que manejamos en esta clínica, si requiriera algún otro medicamento, como un antibiótico, se le enviaría a su Centro de Salud, esta Unidad está focalizada únicamente a enfermedades crónicas, cuenta con un arsenal pequeño de antibióticos y otros medicamentos para enfermedades que pudieran aparecer cuando acuden a su consulta mensual, pero resulta muy básico”.
Cuando te levantas para acompañarla a la puerta, la paciente se para y se acuerda que le duelen las rodillas ¿no tendrá diclofenaco? y de una vez doctor, deme algo para el estómago, que me ha dado gastritis, pero que no sea ranitidina, no me hace, mejor omeprazol o pantoprazol. (El por favor a quedado borrado del léxico)
Lo siento señora, como le comenté, esta clínica tiene una función específica, además de que ya tenemos el tiempo justo y necesito pasar a los demás pacientes, acuda a su Centro de Salud para que valoren que medicamento es el mejor para usted.
(Nota: a la paciente le concedí 15 minutos más de consulta para atenderla de su supuesta infección, cada vez que terminaba una receta, tenía un nuevo padecimiento. Insisto en que defiendo el tiempo de consulta largo, pero en este caso la señora obtuvo una consulta de 45 minutos y también hay lo que se llama respeto por el paciente que espera fuera).
Termina la consulta y parece que ahí acabó el incidente, el cual ya te molestó un poco pues te hace sentir, al menos a mí, utilizado y que tu palabra y años de estudio no tienen valor ante los deseos de su majestad la paciente. Pero no, al día siguiente llegas a la sesión clínica de la unidad y frente a todo el equipo tu Director te comenta que la paciente se fue a quejar, que deberías atender todo lo que se presente aunque sea una clínica de crónicos, en resumen que no atiendes a los pacientes como se debe. Cuando preguntas por qué caso hablan, te enteras que fue la señora del antibiótico y das tu versión de los hechos, a medias porque no te dejan terminar, cuando tu Director te dice que él si le prescribió el antibiótico. Mejor no interrogar los criterios de dicha prescripción, porque sin duda no hay otro que “quitarse a la paciente de encima”.
La carga de pacientes que vienen pidiendo antibióticos ha incrementado a raíz de la política (bien impuesta), de prohibir la venta de medicamentos sin prescripción, el problema está en que los médicos seguimos prescribiendo fármacos sin tener criterio alguno, tan solo por “agradar” al paciente. Bajo mi premisa de que lo correcto es educar y no ser repartidor de fármacos, seguiré siendo criticado por mis autoridades, pero tengo evidencia que me respalda.