Uno de los factores que siempre me parecieron fundamentales en cualquier profesional sanitario es la presencia. La facultad de estar plenamente consciente y atento ante el paciente y ante sí mismo. Durante mis muchos años de formación médica tuve referentes a este nivel pero he de decir que no encontré muchos entre los galenos de más formación y experiencia. Han sido psicólogos, enfermeras, y compañeros de otros mil perfiles los que me han dado interesantes pistas al respecto. En el extenso curriculum de un médico no hay un solo renglón donde se contemple la necesidad de cultivar la atención plena. Es una de las muchas cosas que se dan por supuestas, y es verdad que hay que prestar mucha atención a las miles de horas de clase y estudio, pero las personas son más complejas que los libros de texto y los artículos científicos. Lo más frecuente al acudir a una consulta médica es encontrar a un profesional azorado y sobrecargado que trata de ir ligero ante la larga cola que espera a la puerta. Un ordenador preside el encuentro y fagocita gran parte de la atención que debería recaer en el paciente. Hay frecuentes interrupciones en forma de llamada telefónica y personal que entra a preguntar o buscar algo. Al final uno sale de la consulta con la sensación de que a penas nos han mirado. No nos han prestado la suficiente atención. Es verdad que no es lo mismo una consulta tipo de medicina de familia de cinco o seis minutos que una de veinte con un internista o de cuarenta y cinco con un psicólogo. Es verdad que el médico está obligado a rellenar mil casillas en el ordenador. Pero, ¿será posible que los segundos dedicados a escuchar al paciente sean de consciencia plena? ¿el tiempo dedicado a explorar sea de máxima calidad? ¿es posible que el paciente se sienta correctamente visitado en seis minutos?
La presencia personal no se puede comprar, tampoco hay cursos a distancia. Es una facultad que se va construyendo con el tiempo a fuerza de ejercerla, de entrenarla y de cuidarla. El ruido de fondo, la prisa y los agobios la malogran. El silencio, la meditación o los estados de flujo la potencian. No hay incentivos en el sistema sanitario para los que mejoran dicha habilidad. Sin embargo puedo adelantar que es el ingrediente que permitirá que el paciente se sienta plenamente atendido y que el galeno se sienta plenamente realizado. Merece la pena que todos reflexionemos sobre esto. No será la tecnología que aporta ruido a nuestras vidas la que haga la revolución por nosotros sino la conciencia que nos atrevamos a poner en la vida.