[ACTUALIZACIÓN] Éstas fechas son características, entre otras cosas, por el reencuentro con familiares y amigos. Las personas que viven lejos de su casa suelen hacer como el del anuncio del Almendro, que volvía por Navidad. Al ver de nuevo a nuestros seres queridos nos alegramos, nos emocionamos y les contamos qué tal nos va la vida. En estos entornos de comunicación es importante tener muy presente nuestras habilidades sociales y empatía, por eso he querido refrescar este post que escribí hace unos meses.
Qué importantes son las habilidades sociales y la empatía, ya que son las responsables directas del éxito en nuestras relaciones con los demás. Si quieres ser un buen amigo, mejora tu empatía.
La empatía es la capacidad para ponernos en el lugar de la otra persona, y es la que ponemos a prueba cada vez que hablamos con alguien a quién le acaba de ocurrir algo malo. Este post tiene como objetivo promover que nos paremos a pensar, antes de decir una de estas frases tan socorridas, pero a la vez tan poco prácticas, que TODOS hemos dicho alguna vez que otra.
Vamos a ver cuáles son:
Por supuesto. Siempre hay alguien “mejor” que el cabrón que estaba saliendo con tu amiga. Y con seguridad, dentro de un tiempo, tropezará con otra persona, se volverá a enamorar y todas estas cosas.
Pero para ella ÉSE era su príncipe azul, su amor verdadero, su media naranja… en fín, su retahíla de tópicos. Y ahora lo único que piensa es que ha pasado su último tren y que va a terminar sus días sola y echándole migas de pan a las palomas. Así que tengamos consideración con su sesgada perspectiva y apoyémosla en el proceso de duelo con frases constructivas. Si quieres ayudarla de verdad, sácala de casa, potencia sus cualidades y préstale tu hombro para que llore la pérdida.
¿Puede existir crueldad mayor? A todos nos gusta dar consejos, y si son buenos mejor. Además en piel ajena parece que se nos activa el don de la clarividencia y advertimos la desgracia antes de que ocurra. Así que cuando “sabemos a ciencia cierta” que un colega va a meter la pata en alguna situación, vamos corriendo a decirle LA VERDAD que nos ha sido revelada (¡súper amigo al rescate!). Y eso está muy bien.
Pero lo que normalmente ocurre en estas situaciones es que nuestro aconsejado hace lo que le sale del bolo (como hacemos todos con nuestras decisiones, en realidad) y claro, casi siempre termina cumpliéndose nuestra profecía. ¿Qué pasa a partir de ahí? Que el susodicho acude irremediablemente a nuestros brazos para recibir apoyo moral y ¿lo único que podemos ofrecerle es un mísero “te lo dije”? Para eso acompaña tus palabras con la típica carcajada de malo de la película y lo terminas de rematar… o mejora tu empatía y ahorrate la frase.
¿¿¿No me digas???
Sí, y aproximadamente 1 cm al mes por lo que he leído en Internet. Pero cuando sales de la peluquería y le habías dicho al peluquero que SÓLO LAS PUNTAS y te encuentras con que te ha quitado 30 meses de un tijeretazo, lo único que esperas de la amiga que te consuela es que salgan sapos y culebras por su boca contra ese maléfico ser, el cual ha conseguido que te tengas que preguntar cada mañana quién es ESA que te imita cuando te miras al espejo…
Joder ¿qué clase de retorcida obviedad es ésta?
Cuando te ilusionas con un proyecto y has puesto todas tus energías en que salga adelante, si finalmente no resulta, te sientes como la polilla pillada in fraganti entre la encimera y la zapatilla. O sea, chafado. ¡Por Dios! no me digas que no tenía que ser así. Al contrario, TENÍA QUE SER ASÍ. Por eso había puesto mis esperanzas en ello, mi dinero, mi tiempo y mis ilusiones.
Lo que tenemos que ir asumiendo es que no siempre obtenemos lo que deseamos y no porque NO TENGA QUE SER ASÍ, sino porque algo hemos hecho mal o simplemente no ha podido ser. Así es la vida, éxitos y fracasos.
Sí queridos, hay que tener MUCHO cuidado cuando le dices esto a alguien.
Aunque parezca inofensiva, tengo pruebas fehacientes de que en determinados contextos puede ser como un dardo envenenado. Y si no que se lo digan a mi compañero Javier Romero, que le dio la enhorabuena a un amigo suyo por su reciente matrimonio cuando en realidad se encontraba en pleno proceso de divorcio.
¡Eso es acertar y no el pleno de la quiniela!
Esta es solo una muestra representativa de las frases que NUNCA deberían pronunciar nuestros labios cuando consolamos a un ser querido.
En realidad hay muchas más: “No somos nadie”, “El tiempo lo cura todo”, “A la tercera va la vencida”… falacias disfrazadas de verdades absolutas que utilizamos como muletas cuando no sabemos qué decir.
Así que vamos a hacer un ejercicio para mejorar la empatía y cuando alguien acuda en nuestra ayuda preguntémonos antes de hablar:
- ¿Qué querría yo ESCUCHAR encontrándome en su situación?
- ¿Cómo me SENTIRÍA yo si me ocurriera lo mismo que a esta persona?
- ¿Qué puedo decirle para buscar una SOLUCIÓN a su problema?
Las respuestas a estas 3 preguntas nos ofrecerán las claves para ayudar, de verdad, a las personas que queremos en sus momentos difíciles.
Mejora tu empatía y serás mejor persona.