Memoria de mi enfermera XIII: "Palabras prohibidas"

Por Lolamontalvo
Estoy encerrado en mi cuerpo. Prisionero. Condenado...Condenado a una muerte que no llega, que tardará en llegar, que no puedo esperar a que llegue.Una muerte a la que llamo y no acude.Una muerte que no puedo posibilitarme porque mi cuerpo no me pertenece, no me obedece. Es mi prisión.Una muerte que muchos temen, pero que yo anhelo como única liberación para el calvario que sufro.Hace quince años ya que me encuentro en esta situación. Quince años en los que cada día que pasa es un calvario de dolor y pesar. Los dolores, intensos, paralizantes, desgarrantes, apenas desaparecen con los fármacos. No puedo mover ni un sólo músculo excepto los ojos y un poco la boca. Cuando dejé de tragar me pusieron un tubo por la nariz hasta el estómago, hasta que el médico se decidió a operarme y ponerme otro tubo directamente en el estómago que cuelga de mi abdomen como un cordón umbilical de silicona por donde me alimentan para mantenerme vivo...¿Vivo?¿De verdad estoy vivo?Me cuidan, me lavan, me asean, me cambian de postura, me encienden la tele, me leen un libro porque ya no puedo fijar la vista, me ponen música y yo cierro los ojos, lo único que aún puedo hacer de forma voluntaria, y me imagino que camino, que voy y vengo a mi antojo, que río a carcajadas, que me paseo al brazo de mi esposa, que uno mis labios a los suyos y la acaricio y nos abandonamos a la pasión, mi corazón latiendo como loco en el pecho arrebatado por el deseo...... Y abro los ojos y me encuentro en la habitación, la misma habitación desde hace quince años.Y lloro de rabia, de pena. De dolor.He pedido a un juez que me ayuden a morir. Me costó encontrar un abogado que defendiera mi deseo de poner fin a esta cadena perpetua, que se aviniera a poner en un papel la palabra prohibida, «eutanasia», y lo presentara en un juzgado. Que aceptara defender mi causa sin alegar falsas moralinas del respeto a la vida y al ser humano. ¿Vida? ¿Qué vida? Mírenme: ¿creen que tengo una vida? ¿Creen que esta es la vida que uno desearía tener? ¿Ustedes, alguno de ustedes que camina, que habla y es escuchado, que come, que ríe, que ama y es amado, que hace el amor y se abrasa en el cuerpo amado, que acaricia la vida a manos llenas... alguno de ustedes desearía vivir como me veo obligado a vivir yo?¿Qué vida defiende la justicia alegando que la palabra prohibida arranca unos derechos que se deberían considerar inviolables?Vida, sí. Pero lo mío no es vida. No es mi vida. No es la vida que yo quiero.El juez, cómo no, denegó mi solicitud... ese mismo juez que, cuando su perro más querido, está agonizante por la enfermedad y la vejez, no duda en llevarlo al veterinario para que le ponga una caritativa inyección que acabe con su insoportable penar, con el calvario de su enfermedad terminal. Y a mí me lo deniega. La «eutanasia» no es legal, lo sé, lo entiendo. Pero a mí me da igual la palabra: yo quiero morir.Decido quitarme la vida... pero yo sólo no puedo. Otra palabra prohibida: «suicidio». ¡Qué a gusto me tomaría cualquier cosa con tal de poder escapar a este suplicio que no tiene fin! Pero yo sólo no puedo. He decidido, por ello, pedírselo a mi cuidador, un hombre bueno y caritativo, tanto, que está dispuesto a jugarse su libertad con tal de posibilitar mi liberación. Mi decisión.Yo no pretendo que se haga lo que yo deseo hacer con todos los que se encuentren en mi situación o peor. ¡No! ¡Yo deseo morir! Es mi decisión, mía y de nadie más, que llevaría a cabo si pudiera hacerlo yo sólo, pero no puedo.Esta tarde será. Quiero irme con el día, quiero apagarme con el sol...Beberé el líquido. Cerraré los ojos... y no los volveré a abrir en este cuerpo.Se acabará y seré libre.Sé que muchos no lo entienden. Pero es mi decisión.Para mí, aquí, ahora, no hay palabras prohibidas.Ya no.
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No estoy mostrando con este relato una decisión ni un punto de vista personal... por ello os habla directamente la persona que lo sufre. Por una vez, muestro una situación en la que prefiero mantener mi opinión a un lado y mostrar sólo una situación que se da con más frecuencia de la que muchos se piensan. Durante mi experiencia como enfermera me he encontrado con personas que deseaban morir al sentirse prisioneras en un cuerpo que ya no consideraban como propio. Pero también me he encontrado a muchas personas con situaciones que resultarían espantosas a los ojos de muchos, que vivían una vida para ellos plena y llena de esperanza, no siempre ayudados por fe o creencia alguna. ¿Qué quiero decir con esto?Que no hay una respuesta válida para todas las personas. No hay una única respuesta. Supongo que la decisión de cada cual es la que debe imperar... o debería imperar.Y, por ahora, nada más.