El médico no se anduvo por las ramas al contarme lo que sería desde ese momento mi realidad: Necesito un trasplante.Esas palabras resonaron en mi cabeza durante un tiempo que me resultó eterno, doloroso... Me costaba razonar que mi superviviencia depende de que llegue un órgano sano y lo pongan en mi cuerpo.Entender que tu vida depende de que en un tiempo, no demasiado amplio, en una contrarreloj infernal, llegue un órgano sano para que tú puedas tener una segunda oportunidad es algo desolador. Cierto. Una persona que vive, que respira, que piensa, que planea su ahora y su mañana, de repente dejará de tener todo eso. Por vueltas del Destino, ese tirano al que nunca comprenderemos y que regula nuestra vidas a su antojo pero con la exactitud del mecanismo de un reloj, un día esa persona dejará de vivir. Su familia, arrebatada por el dolor de la pérdida, de la noticia aún no asumida, acuciada por la falta de tiempo, sin posibilidad de detenerse a meditar, tomará una de las más terribles y a la vez generosas de las decisiones. Donará sus órganos. Entonces tendré una oportunidad gracias a la más absoluta generosidad que pueda existir: la posibilidad de dar vida.
Entender eso es desgarrador. Terrible, espantoso. Doloroso.
Pero..., pero aún así, ese trasplante supone una nueva oportunidad para poder llegar a tener una vida aceptablemetne normal. Una vida como la de los demás, como la de los que ignoran mientras caminan por la calle o trabajan en los campos el calvario que me ha tocado vivir.
Debo esperar... y espero.
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España es el país más generoso del mundo. En este país se realizan más trasplantes que en cualquier otro país, impulsados por la generosidad más absoluta, sin que los donantes o sus familias reciban nada a cambio. Hay ciertos trasplantes cuyos órganos no queda más remedio que obtenerlos de personas que ya no viven, como el que he querido reflejar en el texto, algo cotidiano y terrible que muchos desconocen. Pero otros muchos, gracias a los avances increíbles de la ciencia, se pueden obtener de personas vivas, que dan un trocito de sí mismas para que otros puedan recuperar la esperanza de una vida aceptablemente normal.Hasta ahora, como donante vivo, solo se aceptaba a familiares directos del paciente receptor. En España, por estas fechas, se está poniendo en marcha la posibilidad de que un donante vivo, sin relación alguna con los receptores, pueda donar. Es algo que ya existe en EEUU, por ejemplo. Se le llama «El buen samaritano», creo que una metáfora que se queda corta con respecto a lo que supone donar un órgano o un trozo de tejido para que otra persona pueda recuperar sus posibilidades de vida. Hay apuntados en este sistema -y aceptados- casi una docena de personas.Sé lo que supone estar en una lista de espera para recibir un trasplante. Estar pendiente del teléfono, ver que pasan las semanas...Mi corazón y mi esperanza está con todas las personas y sus familias que viven una situación similar. La generosidad de muchos permiten que un día esa espera culmine con éxito y se abra ante ellos la esperanza de una vida mejor. Este mundo no es tan feo como aparenta a veces; hay mucha gente buena que sí piensa en los demás.
Y, por ahora, nada más.