(Extraño: De nación, familia o profesión distinta de la que se nombra o sobrentiende, en contraposición a propio)
Capítulo tres: Matar un ruiseñor
Siempre que oigo la palabra suministros se ilumina la memoria cinéfila con la imagen de James Garner en La gran evasión, un personaje capaz de conseguir prácticamente cualquier objeto dentro de un campo de concentración nazi. Un tipo de película directa y entretenida que vale lo mismo para una tarde invernal como para una sesión doble en un cine de los que ya existen pocos. Alguien así, con la mezcla exacta de seducción, descaro y aptitudes para el hurto, sería muy bien recibido en esta empresa. Lo inmoral, lo inconveniente y lo necesario en ocasiones juegan la misma partida.
Yo sé que las cosas no pueden ser así. Estoy firmemente convencido y podría defender esta postura ante un interlocutor de manera diáfana. Soy consciente, además, del riesgo de caer en una espiral de, por llamarla de alguna forma, delincuencia bondadosa. Antes de comenzar este trabajo, algunas personas que me conocen y me quieren (no necesariamente una cosa suele llevar a la otra, aunque se hayan dado casos) me aconsejaron prudencia. La cautela debe ser un arma poderosa en las manos adecuadas, sospecho que en las mías es el primer escalón hacia el inmovilismo. Puedo ser cínico, puedo fingir una actitud circunspecta o moderada aunque mi en interior, nuevamente el cine, se proyecten secuencias completas protagonizadas por Chuck Norris o cualquier otro para el cual la conversación sea una herramienta lejana; puedo, llegado el momento, desplegar cierta paciencia convincente. Unos minutos, nada heroico.
Me sobrepasa que para conseguir determinado material, sencillo y pertinente, supongamos un contenedor amarillo para residuos peligrosos, sea precisa una inversión de energía, tiempo y solicitudes por triplicado que meses después no derivan en un final feliz, que sólo alimentan un circuito que evidentemente no funciona. Garner, por volver a los actores, lo hubiese solucionado con picardía, una conversación de pasillo dejada caer como por casualidad y bastantes dosis de imaginación.
Quiero pensar que es la creatividad la que ha depositado un contenedor amarillo en el maletero de mi coche. Eso o la saludable influencia del cine en mi vida. Para cualquier otra cuestión, hablen con Atticus Finch, mi abogado.