Capítulo 29: El dilema
Hace un par de meses se publicó en la prensa regional una noticia, filtrada a través de la página web del Sindicato Médico Profesional de Asturias (SIMPA), relativa al cobro de importantes cantidades económicas en concepto de pluses por parte de los puestos directivos del Servicio de Salud del Principado de Asturias (SESPA). Concretamente, desde 9.650 hasta 17.430 euros anuales. La revisión exhaustiva de mis nóminas arrojó una ausencia desoladora y me lanzó a la cara mi condición, asumida, de directivo pero menos. Los coordinadores somos así, desprendidos, alojados en terreno de nadie, cuatreros sin suerte del Lejano Oeste. Flota la creencia, extendida cual leyenda urbana, que cuantos decidimos dedicar algún tiempo a la gestión lo hacemos movidos en buena parte por las suculentas condiciones salariales. Quiero dejar claro a los interesados en sucederme que no anoten semejante concepto en la balanza de ventajas.
Valga de ejemplo la conversación que mantuvo mi compañera de despacho, coordinadora ella, con una enfermera del área, quien en cumplimiento de su responsabilidad como trabajadora, animada por un estricto sentido de la decencia, amparada en su libertad de expresión y decidida a ser el altavoz de los oprimidos, dedicó unos momentos muertos de su jornada laboral a fotocopiar la página del periódico y enviarla, por correo interno, a todos los Centros de Salud para que la verdad resplandezca. Los términos de la charla resultan ilustrativos de una determinada línea de pensamiento, porque la defensora de la justicia social comenzó por recriminar el abuso dado el panorama por el cual atraviesa la sanidad asturiana, pasó a una legítima desconfianza cuando se intentó contrastar la información difundida y terminó por asumir que si lo que se le decía era cierto éramos, textual, unos pringados.
No me digan que las alternativas, ser un corrupto o un imbécil, no tienen gracia.