Memorias de una epidemia de cine

Por Fat

El pasado 1 de diciembre se conmemoró el Día Internacional de la Lucha contra el SIDA. Ha cambiado mucho, al menos en algunos aspectos, esta enfermedad y la vida de las personas que la padecen. Desde el día en que se conoció, por primera vez, la existencia de esta verdadera pandemia del s. XX, el mundo se ha concienciado a marchas forzadas de la gravedad del problema. Una gravedad que aumenta exponencialmente con cada una de las personas que contraen la enfermedad.
Han pasado años desde que el SIDA se instauró en nuestra sociedad destruyendo paso a paso miles de vidas. Y aunque son muchos los aspectos y factores que han ido variando, no ha sido un camino de rosas, y todavía hemos de superar muchísimos interrogantes. Además, algunos de los tópicos que han inundado de sombras todo lo referente al SIDA, siguen produciendo un estado catatónico en expertos y un enaltecimiento en los sectores más retrógrados. El camino todavía es largo y, sobretodo, con una gran complejidad tanto médica como social.
La herencia de la liberación sexual estadounidense de finales de los 70, donde una sola presencia en locales nocturnos como Studio 54i garantizaba una media de 2,7 contactos sexuales, estalló a principios de los 80. Aunque eran tiempos felices y la mayoría de estos problemas se arreglaban con antibióticos, las risas, el alcohol, las drogas y el desenfreno pararon de golpe en junio de 1981 cuando los CDC (Centers for Disease Control and Prevention) de Estados Unidos convocaron una conferencia de prensa donde describieron los primeros cinco casos de neumonía por Pneumocystis carinii1 en Los Ángeles. Este germen era hasta entonces muy poco frecuente salvo en sujetos con las defensas extremadamente bajas. Casi simultáneamente se empezaron a publicar varios casos de sarcoma de Kaposi2 en pacientes jóvenes y el desenlace empezaba a ser peligrosamente vertiginoso. Era muy extraño que estas dos enfermedades aparecieran de forma conjunta sólo en sujetos inmunodeprimidos, es decir, sin capacidad para defenderse de las infecciones y de algunos tumores. Los diarios y periódicos especializados en medicina informaban de la aparición de una extraña enfermedad. Las primeras hipótesis eran muy confusas. Realmente, lo que estaba pasando es que el mundo occidental estaba descubriendo el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA en español y AIDS en inglés).
Se multiplicaron los casos de enfermedades poco comunes entre sujetos jóvenes. Se trataba de infecciones difíciles de tratar y que acababan matando a los pacientes. Como podemos recordar en el maltrecho rostro de Tom Hanks en Philadelphiaii, la aparición de unas manchas rosas en el cuerpo del infectado causó impacto en la prensa, la cual bautizó a esta extraña enfermedad como “la peste rosa”. Esto, junto con el libertinaje de la comunidad gay, contribuyó a causar confusión y atribuir la enfermedad únicamente a los homosexuales. Desde considerarla como un castigo divino apoyándose en citas bíblicas hasta tachar las tendencias sexuales de los gays como depravadas, todo servía para echar la mirada hacia otro lado y no ver como, por ejemplo, personas reales interpretadas en películas como Compañeros Inseparablesiii afrontaban esa nueva realidad, con sus miedos, sus defensas, sus amores, el desamparo de ver morir a unos y otros y, finalmente, ver desmoronarse su mundo.
Hubo una amplia masa de la población heterosexual que creyó que el futuro SIDA nunca les afectaría. Nada más lejos de la realidad. El hecho de que la enfermedad se expandiera más rápidamente entre homosexuales fue causado por la no utilización del preservativo ya que se consideraba únicamente como un método anticonceptivo. Sin ir más lejos, poco tiempo después, debido a nuevas detecciones del virus, se empieza a hablar del “Club de las Cuatro Haches” como grupo de personas consideradas de riesgo (Homosexuality among males, Hemophilia, Heroin use and Haitian origin [homosexualidad entre hombres, Hemofilia, Usuarios de Heroína y Origen Haitiano]). La muerte de Tommy MacKenzi en Trainspottingiv, el deterioro del cantante protagonista de ¿El presidente tiene SIDA?v o el citado caso de Philadelphia son ejemplos ficticios pero que perfectamente podrían ser reales. Ya en 1983, se describe el primer caso de transmisión heterosexual. De hecho, la propagación de la enfermedad en el continente Africano ha sido, desde el principio y prácticamente en su totalidad, de forma heterosexual. Podemos ver un ejemplo de ello en la dramática historia de Yesterdayvi, una joven sudafricana que descubre que su marido le ha contagiado el SIDA y observa impotente como su hija pronto se quedará huérfana.
http://pathmicro.med.sc.edu/spanish-virology/4hclub.htm
El virus se había extendido y la mentalidad transgresora puesta de moda en los círculos más jóvenes acrecentaba esta expansión. En este ambiente, los jóvenes empiezan a vivir su propia cultura, lejos de la influencia de la familia y de la policía. Telly, protagonista de la película Kidsvii, sacia su obsesión con chicas muy jóvenes y presume ante sus amigos de ello. Estas correrías eran comunes en los grupos de adolescentes de Nueva York, consumiendo drogas y manteniendo relaciones sexuales. El SIDA planea sobre sus cabezas. Jennie da positivo en una serología de VIH y Telly sabe que es el único chico con el que ha estado.
Había nacido una epidemia con unas consecuencias inimaginables. La muerte por SIDA en 1985 de la estrella de Hollywood Rock Hudson, dio un vuelco espectacular a la dimensión de la enfermedad. Incluso Morgan Fairchild, una voluptuosa actriz de la época, dijo que ‘la muerte de Hudson le ha puesto cara al SIDA’. Descubrir la causa de la enfermedad se convirtió en el objetivo de muchos investigadores. En este punto aparece la ambición de muchos científicos por recibir el reconocimiento mundial como identificadores del causante de esta epidemia. Probablemente muchos laboratorios intentaran “cazar” qué era lo que producía esta maldita enfermedad, pero sólo dos nombres pasarán a la historia: el Instituto Pasteur, en Francia, y el Instituto Nacional del Cáncer (NIH) en Bethesda, EE.UU. La batalla para ser el “padre” del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) se había iniciado entre Luc Montagnier (Instituto Pasteur) y Robert Gallo (NIH). La “guerra” existente entre gobierno, activistas y científicos por
todo lo relacionado con el nuevo virus parecía no tener fin. En El filo de la duda podemos ver un descarnado retrato del Dr. Gallo, que parece teñido de resentimiento, una crítica a la administración Reagan por su pasividad y sobretodo las primeras intenciones de descubrir que estaba matando a la humanidad. La “batalla” por ser considerado el descubridor de VIH quedó zanjada con la concesión del Premio Nobel de Medicina a Luc Montagnier en 2008. El Dr. Gallo tendría un papel importante en la historia, pero no el que él hubiera querido.
Desde este momento hasta nuestros días, los estudios, las investigaciones y las aportaciones de la comunidad científica se han ido sucediendo. Como decimos, el camino es largo, pero la sociedad ha aprendido mucho sobre el tema. El Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) ha pasado a ser nombrado como Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH). ¿Por qué? Básicamente por que por desgracia, ya no es imprescindible haberla adquirido durante tu propia vida.
Como hemos dicho, el hecho de creer que los anticonceptivos eran sólo un óptimo método para no quedarse embarazada hizo que el SIDA se propagara con mucha más facilidad. Actualmente sabemos que funcionan para mucho más. El uso del preservativo protege de contraer el VIH y, en definitiva, ayuda a frenar la propagación del VIH. Aun así, la terquedad del ser humano sigue sin tener límites. Aún son muchos y muchas los que nunca recuerdan llevar un preservativo encima. Desde Ginkokán®, extracto de Ginkgo biloba EGb 761®, el mejor medicamento para mejorar la memoria, queremos recordárselo a la gente, queremos hacerles memoria y que siempre se lleven un preservativo encima. En definitiva, queremos que nadie más engrandezca el número de infectados.