- Es que... yo no puedo. Me da vergüenza.
- ¿Qué te da vergüenza?
- No sé... todo.
- ¿Qué es "todo"?
- Todo. Que no me salga. Equivocarme. Que me miren con cara de sospecha o de pena...
Así, podría extenderse por horas el diálogo ficcional y bizarro entre esa parte de vos que pelea por hacer realidad un proyecto personal y esa otra, no tan amable, que quiere que te quedes viviendo en la incómoda comodidad de la costumbre.
Porque...digamos la verdad: las nenas revoltosas son molestas. Van por la vida despeinadas, con las rodillas sucias, haciendo ruido, molestando a los vecinos y sin escuchar los sabios consejos de sus mayores. Perdón. Por un momento me fui... Pero ya estoy de vuelta contigo. Y quiero contarte cuál es el propósito de este post.
¿Te imaginás por dónde viene?
¿No? Entonces, vayamos precisando el tema que no es cuestión de desorientarte sino de que te re-encuentres con tu foco. Quiero que pensemos sobre tus posibilidades de "hacer". El verbo del año es "actuar". Ponerte en marcha aunque sientas vértigo. Aunque escuches una voz molesta que te recuerda que calladita sos más linda.
Hacer o no hacer... esa es la cuestión.
Te cuento un secreto. Alguna vez se me ocurrió la peregrina idea de imaginarme qué me diría si me encontrara a mi misma a los 20 años. Sin considerar que un encuentro entre desmesuradas puede tener consecuencias cósmicas que la teoría de la relatividad no contempla, pienso en la escena y... no sé por dónde empezaría.
Sin embargo, aunque le doy vueltas y vueltas, creo que lo único que le diría a esa mujer que era "toda dudas" sería:
- Quedate tranquila. Todo sale bien.
Entonces, me doy cuenta que hace casi veinte años que vivo preocupándome porque las cosas salgan bien y que los parámetros de lo que e bueno o malo para mí fueron cambiando con los años. Así es la vida para todas, afortunadamente.
A decir verdad "las cosas" no siempre salieron como yo quería -o como me imaginaba que debían ser- pero por esa curiosa capacidad narrativa que tiene el destino, mi relato termina siendo siempre la mejor versión posible de la historia. No es perfecto pero es mi relato.
¿Sabés qué?
Cada vez que sentí la necesidad de cambiar luché por resistirme a la transformación aún cuando una parte de mí ya sabía que ya estaba cambiando por el solo hecho de sentirlo. Te hago una confesión: tengo el más curioso de los síndromes. Cuando pronuncio en voz alta:
- No. X no lo voy a hacer porque no sería razonable....
No importa qué signifique esa X, termino haciendo lo que acabo de negar por irracional. Es un axioma desmesurado. Tengo un centro motriz de la irracionalidad que me impulsa a actuar ignorando totalmente lo que mi voz pronuncia.
Por años, creí que era una anomalía. Ahora, vengo a descubrir que es el conflicto entre la desmesurada que soy y la nena buena que educaron para ser como hay que ser, por lo visto no era una anomalía. Es que mi mejor versión da batalla por expresarse, porque conoce la diferencia entre "hacer lo posible" y "hacerlo posible". Y eso no siempre se logra siguiendo el hábito cuando se disfraza de racionalidad.
Hacerlo posible.
Supondrás que, cuando comencé a sentir la necesidad de hacer algo diferente con mi conocimiento, la necesidad de abandonar la seguridad de mi trabajo (que por cierto, en mi país al menos, es un trabajo muy seguro) y explorar otras posibilidades de ganarme la vida, toda esta historia anterior me cayó sobre los hombros.
Empecé a hacer entonces lo que hago en esto casos: escribir. Abrí un blog en el que quedó plasmada mi necesidad de procesar el cambio que estaba viviendo. El blog se llamaba "Intensional" y su tagline (¿te acordás lo que era una tagline?) era "365 días para cambiar una vida".
A decir verdad, necesité menos de 365. Será que el bisiesto conspiró a mi favor.
Pasé por las dudas, la desorientación y la inquietud. Me dejé tentar por los objetos brillantes, encontré ayuda de personas maravillosas, me formé gratuitamente, pagué por formación (suena interesado pero lo cierto es que fue una de las mejores decisiones que tomé), viví todos los obstáculos que te puedas imaginar, me miraron con sospecha y con pena... Seguí adelante, se me rompió cuatro veces la computadora -siempre antes de un webinar- no me rendí, pasé por un incendio que dejo la ciudad sin internet en pleno lanzamiento de mi primer Programa, "Escribe. Emociona. Vende"... y podría seguir la lista pero creo que ya entendiste el punto.
No es fácil.
La mayor dificultad no radica en la incertidumbre financiera sino en ponerle freno a esa parte de vos que te sabotea las ideas y aún así, mantenerte con la suficiente presencia de ánimo como para decir: Voy a hacerlo posible.
Este es el primer y único obstáculo para darle forma a tu proyecto. No hay secretos, La gran mayoría, prefiere la certidumbre aunque sea inómoda al riesgo de vivir otra historia.
Ojo. Esta no es una apología del emprendimiento. De hecho, ¿podríamos emprender si no hubiese otras personas que tienen mentalidad de "empleado"? Como te imaginarás, la respuesta es no. No podríamos.
Mi cruzada no es por el "emprendimiento" sino por la "mentalidad emprendedora", esa que propuse hace un año en Intensional y que significa la actitud de la mujer que tiene un proyecto y lo hace realidad. Sea cual sea el proyecto y sean cuales sean las condiciones en las que elige ganarse la vida.
Mentalidad emprendedora.
A lo que no me resigno es a la conformidad. A renunciar por miedo. La próxima vez que percibas el temblor, recordá que tu cuerpo no tiembla, late. Eso es lo que lo mantiene vivo. El miedo hay que sentirlo y pasar a través de él.
Si le tuviste miedo a la oscuridad en la infancia, entendés de lo que te estoy hablando.
Pasar a través del miedo se parece a cruzar una habitación oscura para llegar al interruptor que prende la luz (que siempre queda del otro lado, obvio). Si querías "algo" de esa habitación, lo hacías, cerrabas los puños y caminabas buscando el interruptor aunque en todo momento tuvieras temor de lo que "puede haber entre las sombras".
Cuando prendías la luz, tu respiración volvía a la normalidad porque el mundo volvía a tener la forma conocida y familiar que nos tranquiliza.
Sin embargo, en esta ocasión, no tenés porque cruzar la habitación sola y antes de prender la luz, podés avanzar serena sabiendo que otras mujeres ya cruzaron ese trecho, que no estás sola y que los monstruos no existen.
Bueno, al menos no los que te imaginabas cuando eras una nena buena.
Podés pedir ayuda, rodearte de otras mujeres en el mismo camino (sea cual sea y en el área de tu vida que elijas) y recibir el apoyo de quienes no te miran con sospecha sino con empatía. Y... si esta búsqueda tuya está relacionada con hacer realidad un proyecto personal que te permita transformar tu pasión en un negocio creativo...
Te invito a intensionar.
En serio. Clickeá este enlace: yo intensiono. y te invito a recibir todos los textos que escribí para Intensional y además, los nuevos por llegar.
¿Por qué?
Primero que nada porque tengo el propósito de ayudar a mil emprendedoras y otras tantas blogueras a hacer realidad sus proyectos.
Además, porque tan importante que saber de marketing y finanzas es tener la mentalidad que te permite disfrutar el viaje, reconocer con qué personas conectarte para aprender y cómo sobrellevar los malos momentos, porque los hay. Sin esta matriz de apoyo, todo lo que aprendas de negocios no va a tener sentido alguno porque vas a sentir que te tira el primer vientito.
Epa, esto no termina.
Porque mañana hay edición especial de La Desmesurada, así que estate muy atenta porque esto, es solo el principio y mañana llega la invitación para quienes ya se animaron y ahora desean ser visibles...