Mesopotamia

Por Jas


Entre los ríos Tigris y Eufrates nació una antigua civilización, cuya suntuosidad puede adivinarse al contemplar los restos de las murallas de Babilonia, en el museo Pérgamon (Berlín). En Mesopotamia, el médico-sacerdote era una de las personas más sabias, versado en numerosas disciplinas como las ciencias, la religión, la literatura, la adivinación y la astrología. La vida se interpretaba como un don divino, por lo que se deducía que la enfermedad solía llegar a través del castigo de Dios, de hecho, el término shertu significaba pecado, pero también castigo. El acto médico comenzaba por la anamnesis, en la que el paciente se confesaba y era interrogado pormenorizadamente, con el fin de encontrar el pecado que pudo causarle la enfermedad; se le planteaban preguntas del tipo: -. ¿Has dicho sí cuando querías decir no? -. ¿Has dado falsas cuentas? -. ¿Has enfrentado un amigo contra un enemigo?... Finalmente venía la adivinación, que llevaba al diagnóstico y a su pronóstico, basándose en la observación de aspectos como el vuelo de las aves o los insectos... Si un ave pasaba (sirva este ejemplo), volando a la derecha del médico, cuando este se dirigía a ver al paciente, significaba una pronta mejoría.  También se empleaban las lecturas del fuego, el polvo, la interpretación de los sueños, los dibujos del aceite al ser mezclado con el agua... Etc. De todas las formas de adivinación, la más popular era la hepatoscopia, que consistía en sacrificar un animal y estudiar su higado (la forma, el color, el volumen, los surcos...). Para los mesopotámicos el higado era el asiento del alma y el centro de la vida. No deja de ser curioso que liver, la palabra inglesa que designa el hígado, se parezca tanto a live (vida).