"El cristianismo ha hecho mucho por el amor convirtiéndolo en pecado." Anatole France
Con dos largometrajes en su haber, el colombo-griego Spiros Statholopoulos es uno de los directores más interesantes del panorama actual del país por su cine de autor e interesante puesta en escena, principalmente por la capacidad de adaptarse y adaptar los elementos que tiene a su alrededor (en PVC 1, su ópera prima, prácticamente hizo la mayor parte de los oficios), generando películas con una identidad propia con cierto nivel de experimentación y aún así marcadas por la idea de lo autóctono pero desde la misma percepción que tenía Tarkovski, quien decía que: "lo inverosímil estaba emparentado con lo autóctono"; en cierta forma, la última película de este joven realizador bogotano tiene ciertos acercamientos con el director ruso.
Statholopoulos, quien está formado como artista visual y director de cine de la Black Maria, además de estos dos largometrajes, ha realizado un par de cortometrajes y ha colaborado en diversas producciones internacionales, principalmente en los Estados Unidos.Meteora, su última producción fue proyectada -una de las pocas que se han hecho en el país) en el Cineclub de la U. Central como parte de la presentación de los nuevos cuaderno de cine de la Cinemateca Distrital, en donde la temática era el cine colombiano en el exterior y la visión de los extranjeros de estas producciones, obviamente este largometraje filmado en Grecia, era una oportunidad valiosa de conocer el trabajo de este director y también de visualizar una película que no ha sido ni comprada por los distribuidores colombianos y censurada en Grecia.
Escrita por el director junto a Asimakis Alfa Pagidas, este relato minimalista, de pocos diálogos, se centra en la relación prohibida entre un monje ortodoxo griego y una monja ortodoxa rusa, todo bajo la imponente presencia de las montañas de Meteora (Grecia Central) y los monasterios construidos sobre éstas.En Grecia central -Tesalia- no sólo se alzan dos formaciones rocosas que separan a dos religiones (ortodoxas) sino el mundo de Theodoros (Theo Alexander) y de Urania (Tamila Koulieva-Karantinaki), mundos que tienen como centro y punto de encuentro, una colina donde un solitario árbol marca tanto la diferencia de ese paraje como el destino de estos personajes. De forma pausada, con una mirada contemplativa, no sólo se narra una historia de amor sino la percepción del tiempo, la rutina y el ostracismo de una comunidad religiosa, que parecen, una extensión de esas colinas.
El director colombo-griego, mezcla de forma afortunada la estética documental (principalmente en exteriores) con una elaborada puesta en escena en los monasterios y en los espacios de oración en los que se encuentran los dos personajes, porque principalmente la narrativa va a bifurcar por los caminos de: ubicuidad, la relación de Theo y Urania, y sus rutinas, todo bajo la imponencia de un paisaje que sin condenar la relación, abriga las dificultades de ésta.
Como había hecho en su anterior trabajo Statholopoulos se encarga de la fotografía, una que además de estar cuidada al extremo y de alimentarse de los paisajes, también se impregna de ciertas libertades poéticas, principalmente en la forma en la que se comunican estos amantes; fotografía que logra dotarle al largometraje no solo esa visión atemporal y piadosa sino toda una riqueza de matices, contrastes, luces y sombras, que no sólo nos hablan sobre el amor y sus contradicciones, sino sobre la misma presencia del hombre en ese paraje, elemento que como anotábamos más arriba, mezcla lo documental con la "artificialidad" de los pasaje interiores. Statholopoulos, emula en la fotografía muchos de los elementos que admira -del ya desaparecido- Theo Angelopouolos, principalmente, elementos como la niebla y la sutileza de los objetos, en este caso del árbol y del mismo monasterio.Obviamente, no podemos dejar de lado las impresionantes animaciones que funcionan como separadores explicativos, animaciones que se acercan a las pinturas bizantinas o retablos religiosos, que además de funcionar de forma coherente con la película genera otra sensación estética, complementando la imaginería de ésta. Supervisadas por Frank Govaere, estas piezas no sólo le dan un gran valor al largometraje, sino que en sí mismas son de gran calidad.La música del alemán Ullrich Scheideler, que al igual que el largometraje, se inspira en lo sacro y le da gran fuerza a las secuencias dramáticas, principalmente la final del metraje; música que se complementa por una serie de sonidos sutiles, haciendo parte de este ejercicio espiritual.
Un trabajo muy interesante por parte de este realizador colombiano, afincado en el mundo; que definitivamente tiene una visión cinematográfica bastante amplia, que aún sigue experimentando, y que sin tener una identidad fílmica, con estos dos trabajos se va labrando un gran camino hacía un cine de autor, de festivales pero un cine dotado de calidad y de propuestas que en siendo para pequeño públicos son de temáticas universales.
Meteora, es la primera película que veo de este director, aunque conocía algunas imágenes de PVC-1 (opera prima) y del mismo carácter del director, que estuvo en varias charlas y seminarios no sólo hablando de su trabajo sino del mismo oficio del cine, y en éstas se notaban las capacidades e intereses por generar más que un nuevo lenguaje del cine latinoamericano, una verdadera autoría de lo cinematográfico, como lo hace a través de esta, su segunda obra.
Zoom in: La película no ha podido ser estrenada comercialmente en Colombia, por que ninguna distribuidora ha dado el aval para comprarla y está prohibida en Grecia por la temática de la misma.
En Colombia, sólo ha sido presentada en 6 oportunidades (festivales)
Selección oficial en el Festival de cine de Berlín
El director dice que esta historia está basada en la relación de sus propios padres.
Montaje Paralelo: Religión