Por mucho que lo intente mi abuela no podrá ser jamás una e-paciente. De momento sigue viviendo sola en su piso de Salamanca. Maneja bien sus 88 años, siendo independiente para todo. Baja los dos tramos de escalera de su casa y hace la compra y los recados todos los días. Su red social está en el barrio, la conocen bien en todas las tiendas y tiene buenas vecinas. Dos o tres veces por semana queda con su amiga Manolita a tomar té por la tarde, algún día ve a sus nietos o a su hija y los domingos sigue yendo a misa donde se encuentra con otras tres amigas. Suele ir todos los meses al centro de salud pero trata de prodigarse lo menos posible, le gustan más los productos de herbolario, en especial los de la casa Santiveri. No tiene ordenador ni teléfono móvil, no le hacen falta. Ve televisión y oye la radio, llama de vez en cuando por su teléfono fijo. Y lo más increíble es que, pese a su edad y ciertas limitaciones físicas, sigue gozando de un estupendo humor.
¿Servirán de algo los blogs, aplicaciones móviles, tabletas, teléfonos de diseño, programas informáticos para mi abuela?
No sé si dentro de unos años me servirán a mí, pero está claro que ella no los necesita.
Me viene bien recordarlo. Sé que a más de uno también.
N. B. Irena Senler obviamente no es mi abuela, el texto por otro lado es un relato basado en mi abuela política Dolores Esteban. Sirva este de pequeño homenaje y recuerdo a ambas mujeres a las que considero un gran ejemplo para todos.