Mi niña lo que tiene son unas capacidades a las que no llegamos la mayoría de los que nos consideramos válidos. Una facilidad admirable para hacerse querer y respetar. Un carácter formado en el que te deja bien claro que ella toma sus decisiones y sin el miedo de que dirán o que pensaran esos que se creen superiores y creen que las personas con síndrome de down no son necesarias en este mundo. Una tenacidad y una lucha que la convierten en el espejo en el que mirarnos esos que nos creemos ejemplos a seguir. Esos que se creen Dios.
Claro que es consciente que a veces no la entendemos al explicarnos algo. ¿Y que hace?, lo mas lógico. Toma aire, dice espera e intenta hacerlo mejor, hasta que consigamos, nosotros los que no tenemos el don de entenderla de comprender su mensaje. Y lo hace sin llorar, ni patalear, ni frustrarse, lo consigue con esfuerzo. ¿Todos lo hacemos bien a la primera?. Hacen falta personas valientes y sobran personas cómodas.
Mi hija, mi maravillosa hija con síndrome de down no es una persona incapaz. Porque todo lo hace y todo lo hace bien.
Aunque tengo que admitir que hay un comportamiento que la convierte en única y es el querer y aceptar al otro sin condiciones ni prejuicios. Y eso no podemos decir los que nos consideramos capacitados, que nos ocurra con frecuencia. Siempre poniendo etiquetas y límites. Dejándonos gobernar por el prejuicio y el miedo a lo diferente.
Aunque sabemos que Teresa no tiene ninguna discapacidad que la haga menos valiosa, la sociedad si que ha decidido que la tiene y por tanto aprovechamos lo positivo de la situación y fuimos una fiesta que se celebraba en Getafe (Madrid). Rodeados de un montón de amigos y asociaciones que han hecho de la palabra integración su bandera.