Mi hogar está allí donde haya Wi-Fi

Publicado el 30 julio 2013 por Entremanolos @entremanolos
El viernes, sin previo aviso, me quedé sin Wi-Fi. Mis padres se fueron a la playa y yo, no sólo me quedé sin playa, sino también sin Wi-Fi.
Me sentí como si mi novio me dejara sin explicación ni razón aparente, desazonada pero aún incrédula.

Mi primera fase fue la de NEGACIÓN: No, no era posible que me fallara el Wi-Fi. Tras trastear con el portátil y el móvil empecé a ser consciente de que el Wi-Fi parecía haber desaparecido, así que inmediatamente me dirigí a “su” lugar y me encontré con que ya no estaba. En esos momentos resonaron en mi cabeza las palabras de mi madre afirmando que ella sin Internet se moría, me dí cuenta de que la dependencia al Wi-Fi debía tener un importante componente genético.
Básicamente fue como si el que fuera el hombre de mi vida me abandonara con un previo “tenemos que hablar” que ni siquiera había querido oír. En ese momento mismo no tomas consciencia de la realidad ni aceptas que nada será lo mismo: necesitas tiempo para asumir tu nueva situación de mujer soltera sin príncipe azul que vaya a salvarte ante cualquier infortunio de la vida.
Al rato pasé a una segunda fase, la de la ACEPTACIÓN. Asumí que no tenía internet más que en el potato móvil y que ni siquiera sabía cuándo volvería a tener conexión. Mujer precavida vale por dos, así que me apresuré a buscar desde el móvil en Google “bares con wifi” sitos en la ciudad que me encuentro y es que mi casa es donde hay una conexión de Internet decente, así que me siento una forastera. Una vez comprobé que había algún Wi-Fi público (son escasos pero los hay), me puse a repetirme una y otra vez a modo de mantra los beneficios que me aportaba mi vida sin Wi-Fi: menos entretenimientos a la hora de estudiar, mayor concentración, menos posibilidades de perder el tiempo (y bueno, en realidad menos posibilidades de todo!!) y, de manera simultánea e inconsciente empecé a barajar la posibilidad de usar el “teethering”  y me planteé muy seriamente que todas las ciudades deberían tener una red de internet inalámbrico que alcanzara a todos sus rincones (la isla de El Hierro lo tiene –cosas que aprende una buscando conexiones públicas de Wi-Fi a lo desesperado) o que, al menos, en dispensadores automáticos deberían vender unos USBs desechables que contuvieran unos cuantos megas.
Una vez ya has aceptado que te han dejado, ya has superado la primera fase pero has entrado en una segunda no mucho más fácil y es que ahora te inunda un torbellino de sentimientos contradictorios de maneras que vas actuando a impulsos y en tu mente suceden pensamientos que van desde recuperar al amado hasta hacer una pira en el jardín con todos sus regalos (mucho más rentable es venderlos por Ebay)
Tras horas decidí que tocaba pasara MI NUEVA VIDA: una vida sin Wi-Fi. Ya me había hecho a la idea de que iba a estar indeterminadamente sin conexión a Internet (si exceptuamos a potato móvil), así que ahora tenía que conseguir que este período de mi vida fuera lo menos doloroso posible. Saqué el máximo partido de potato móvil (al fin y al cabo es un “smartphone” aunque sea de los maluchos) instalando las apps que iba a necesitar con mayor urgencia y teniendo en cuenta los megas que pesaban así como si se podían mover a la tarjeta SD. Cuando tienes un móvil con poca memoria hay decisiones tan estúpidas como bajarte una aplicación que no puedes tomar demasiado a la ligera. Por otra parte, decidí que no iba a quejarme, más que nada porque nadie iba a traerme a esta ciudad perdida en la meseta un “pincho” para que tuviera Internet, así que de nada servía meterme en un bucle interminable de lamentaciones frívolas de tercera generación y de primer mundo que no llevan a ningún lado.
Llega un momento en que ves que tienes que pasar página, que has de iniciar una nueva vida sin él y es lo que haces. Vuelves a salir con más ganas que nunca, vas de compras y buscas ropa con la que sentirte guapa tú porque eres la que importas. Tratas de apoyarte en tus amigos pero sin agobiarles con tus dramas y es que ¿acaso van a solucionar algo? Sonríe a la vida y ella te sonreirá de vuelta (aunque advierto que a veces se toma un tiempo en darte su mejor sonrisa)
Nota final aclaratoria: Me quedé sin Wi-Fi pero no me dejó el novio. Una de las ventajas de no tener novio es que no puede dejarte, quizás deba aplicar esa filosofía al tema del Wi-Fi y optar por prescindir de él de una manera definitiva para evitarme disgustos.
Segunda nota final: He conseguido una conexión infame, por ello la escasez de imágenes. 
Ginebra
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