Según una encuesta realizada recientemente en EE.UU., el 50% de la población utiliza algún tipo de medicina alternativa. Nunca la medicina ha sido más eficaz, y sin embargo existe un auge de las terapias alternativas. Estas mismas encuestas demuestran que la mayor parte de los usuarios de terapias alternativas son de raza blanca, alto nivel cultural, edad comprendida entre 25 y 50 años y de nivel económico alto.
¿Cuáles son las razones por las que este sector de la población cree en la efectividad de la medicina alternativa? Creo que son las siguientes:
1. Razón primera: La creencia generalizada de que lo “natural” es más seguro y no tiene efectos secundarios. Esta es una impresión falsa. Lo “natural” no está exento de efectos secundarios. Por ejemplo, algunos pacientes toman suplementos de vitamina E en altas dosis con la idea de prevenir el envejecimiento, o hierba ginkgo biloba para prevenir asma, vértigo, impotencia, demencia, etc. Ambos compuestos cuentan con importantes efectos anticoagulantes que pueden complicar determinadas técnicas quirúrgicas. Las vitaminas antioxidantes parece que disminuyen los efectos curativos de ciertas formas de quimioterapia y radioterapias, y existen casos descritos de intoxicación por plomo, arsénico y mercurio en personas que tomaban hierbas chinas e indias. Un estudio reciente sobre la composición de unas hierbas chinas, en principio eficaces en el tratamiento de la dermatitis atópica, reveló que la mayor parte de ellas contenía clobetasol, un potente corticoide, que utilizado de forma crónica puede producir atrofia de la piel y estrías.
Por otra parte no hay que olvidar que muchos fármacos que utilizamos en la medicina tradicional derivan de hierbas (la cortisona, la digoxina, muchos quimioterápicos, etc.) pero que han sido purificados, dosificados y adaptados para conseguir una determinada eficacia con unos efectos secundarios conocidos. Todo esto exige años de investigación y ensayos clínicos para asegurar no sólo la eficacia del fármaco, sino también su seguridad.
2. Razón segunda: todo el mundo conoce a alguien que habla maravillas de un tratamiento alternativo que le alivió o curó determinada dolencia. Cierto. Es curioso que cuando un paciente acude a un médico alternativo y no se cura, la reacción es que “ya sabía que no iba a conseguir nada”. Sin embargo, si el tratamiento alternativo tiene efectos beneficiosos la repercusión de la noticia en el entorno del paciente es notable.
Sin embargo cuando el paciente acude al médico “tradicional” y el tratamiento funciona, la noticia tiene mucho menos impacto, e incluso es considerado como un hecho normal.
Es decir, nuestro grado de “exigencia” es mucho menor cuando acudimos a una técnica alternativa.
Por otra parte, cuando se toma una medicación o se realiza alguna técnica terapéutica y se obtiene la curación en un breve periodo de tiempo, esto no prueba que el medicamento o la técnica sean eficaces. Hay otras dos posibles explicaciones: que la enfermedad ha curado por causas naturales (muchas enfermedades tienen un curso en “ciclos”), o incluso que la remisión se ha producido por causas naturales y el remedio la ha retrasado.
3. Razón tercera: el médico tradicional no hace mucho caso al enfermo. En muchas ocasiones es cierto. A veces los médicos tratamos bien la enfermedad pero nos olvidamos del enfermo. Una característica común a la mayor parte de la medicina alternativa es que con gran frecuencia dedica todo el tiempo que sea necesario al paciente. La medicina “tradicional” actual adolece de un exceso de especialización, sufre de trabas administrativas, de escasa dedicación al paciente, y quizás de excesiva tendencia a focalizar las energías del médico en la enfermedad, y no en el enfermo.
En ocasiones, el médico tradicional no se preocupa de cómo duerme el enfermo, de su estado anímico, de su dieta, de su situación familiar, etc... Simplemente hablar con el médico sobre las impresiones o incertidumbres acerca de la enfermedad puede ser de gran valor terapéutico.
Es cierto que en ocasiones el paciente encuentra en la terapia alternativa un alivio que puede aumentar enormemente su calidad de vida. De hecho, en prestigiosas universidades de EE.UU., tales como la Universidad de California en San Francisco o la de New York, entre otras, se están creando unidades donde se practica una medicina “integral”, valorando no sólo la enfermedad, sino también al enfermo.
Creo que no es bueno que el paciente tenga que elegir entre medicina tradicional y alternativa. La medicina moderna debe ser una medicina integral, en la que se emplee el rigor de la ciencia moderna, pero sin limitarse por un excesivo “cientifismo”. El paciente debe comprender que la medicina es capaz de curar algunas enfermedades, pero que existe una gran cantidad de males que el médico todavía no es capaz de controlar. El médico cura a veces, pero debe aliviar siempre, y es cierto que deberíamos cuidar más la “magia” de la relación médico-paciente, complementando las técnicas científicas médicas y quirúrgicas con una mayor dedicación e implicación con el paciente. En realidad, no existen enfermedades, sino enfermos. Lo que no es tolerable es que ante determinadas enfermedades crónicas o incurables, surjan oportunistas que utilizan técnicas no éticas en pacientes desesperanzados o mal informados.