Mi padre es el mejor del mundo

Por Diego Artola Luzuriaga @DiegoArtola1
Sonrisa radiante y un brillo de orgullo en los ojos. No hay dudas: "Mi padre es el mejor del mundo". Y que se entere todo el mundo, pensamiento que no hace falta ni expresar de lo obvio que es.
La admiración inquebrantable de un hijo es el mayor chute de optimismo que existe, tenéis que probarlo. No hay ningún motivador sobre la faz de la tierra que pueda superarlo. Es el coaching total! La genética ha creado al admirador perfecto, la combinación de la abuela, el presidente del club de fans y la groupy.

  
A mi me ocurre, como tantos niños que se hacen mayores y entran en fase de hacerse más mayores todavía, que tengo una espina clavada. El sueño de ser un futbolistas del Athletic y disfrutar de la ovación de San Mamés nunca podré alcanzarlo. Tampoco tendré la compensación de otros premios menores, jugar en segunda, en tercera o en la liga del barrio. Para que lo vamos a negar, soy un tanto paquete. Pues ahí estaba, en una pachanguita cuando mi hijo suelta "os vais a enterar, mi padre es buenísimo". Convencido. Eufórico. Bueno, todo hay que decirlo, todavía me llega para ganar a unos menores de 8 años.


Y ahí me luzco, los regates salen con la facilidad de un Messi gigante, los disparos son imparables obuses a lo Ronaldo y los goles van cayendo uno detrás de otro. Por un instante el viejo sueño infantil retorna. Es ahora cuando mi hijo alimenta el espíritu, una euforia pasajera convertida en ilusión. De alguna forma los hijos son el eco de aquella lejana voz salida del corazón y nos hacia sentir capaces de todo. Nos hacen vivir entre la realidad y el sueño y mirar al mundo de frente cara a cara.
Claro que todo lo bueno se acaba. En unos años la admiración se desgasta y donde antes se veía un padre cañas se acaba descubriendo un señor entrado en kilos y años. Es casi como la decepción de los Reyes Magos pero sin misterio. A los padres se nos acaba entonces el elixir de la admiración, que nos da más poderes que Superman. Nos tocará lidiar la adolescencia a pelo con nuestras capacidades reales sin capa ni cartón.  Bueno, pero eso son otras historias, disfrutemos hasta entonces de nuestros pequeños admiradores!