Madame Buttercry es la constatación más palpable de la universalidad de la música; un espacio donde artistas de toda índole, condición y nacionalidad, pueden expresar las múltiples formas de creación que esta disciplina artística admite. Ecos globales que nos atrapan sin necesidad de entender más idioma que el de los sentimientos. Instrumentos todos ellos que emplean a la perfección Migrain Square, donde la voz de Sara Bigdeli sólo es la carta de presentación de la música del grupo, que navega sin dificultad entre las cuerdas de las guitarras y las teclas del piano que, a veces nos recuerda a un clavicordio (Murderer murderer on the wall), por no hablar de ese clarinete con toques jazzísticos que nos trasladan de nuevo a los ambientes de club y cabaret (History), y que son el contrapunto perfecto a la intensidad más lírica de otras canciones. Diversión y sensibilidad como la mejor propuesta posible para atraparnos las emociones, a las que no les falta ese matiz literario en canciones como la que cierra el disco y da título al mismo.
En definitiva, Madame Buttercry es una inmensa bola de cristal que nos lee el futuro, y de paso, nos guía como un faro que ilumina la senda de los difíciles tiempos por los que nos está tocando transitar.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.