Migrar según Sebastiao Salgado

Por Civale3000

Han pasado 16 años desde que Sebastião Salgado (Aimorés, Minas Gerais, 1944) publicara ‘Éxodos’, pero la historia que cuenta, la del desplazamiento incesante de seres humanos por el mundo, no ha cambiado desde entonces. La editorial Taschen recupera este volumen en el que el brasileño retrata a emigrantes de más de 35 países y lo completa con la serie ‘Children’ (Niños), que retrata a los más jóvenes.

En la actualidad, las razones que empujan a la migración pueden haber cambiado, el centro del conflicto haberse trasladado de Ruanda a Siria, pero las personas que abandonan sus hogares protagonizan la misma historia: privaciones, dificultades y atisbos de esperanza conforman una odisea de gran coste físico y psicológico. Esto se recoge en el trabajo de Salgado, que a lo largo de seis años retrató a emigrantes en más de 35 países documentando su desplazamiento en plena carretera, en los campos de refugiados y en los superpoblados barrios de chabolas donde muchos de los recién llegados a las ciudades suelen acabar.

Su trabajo incluye a latinoamericanos entrando en Estados Unidos, judíos abandonando la antigua Unión Soviética, kosovares huyendo a Albania, refugiados hutus de Ruanda, así como los primeros refugiados por mar, árabes y subsaharianos intentando cruzar el Mediterráneo para pisar Europa. Sus imágenes presentan a seres humanos que saben adónde quieren ir y a otros que simplemente huyen, contentos de estar vivos y lo bastante fuertes para escapar. Los rostros muestran dignidad y compasión en las circunstancias más amargas, pero también las huellas devastadoras de la violencia, el odio y la codicia.

Con su particular mirada por el detalle y el movimiento, Salgado pone énfasis en la escala abrumadora del fenómeno migratorio, pero se acerca también, con su sensibilidad característica, a las pequeñas historias personales que esconden las grandes cifras.

El volumen reúne también 90 retratos de su serie Children (Niños), en la que los protagonistas son los exiliados, emigrantes y refugiados más jóvenes. A Salgado le impresionó no sólo la inocencia implícita en su sufrimiento, sino también sus reservas de energía y su entusiasmo contagioso, incluso en las circunstancias más adversas.

Al borde de las carreteras de Angola y Burundi, en las favelas de Brasil o en los grandes campos de refugiados del Líbano e Iraq, los niños seguían siendo niños: se echaban a reír tan pronto como a llorar, jugaban al fútbol, chapoteaban en aguas sucias, hacían travesuras con los amigos y la idea de ser fotografiados casi siempre les entusiasmaba.

Para Salgado, esto plantea una singular paradoja: ¿Cómo puede un niño sonriente representar la privación y la desesperación? Pero se dio cuenta de que frente a la cámara, los niños se mostraban como individuos, no como parte de una multitud alborotada. Sus posturas se volvían más formales. Miraban a la lente con una intensidad repentina, como si de pronto hubiesen hecho balance de sí mismos y de su situación.

En ambos trabajos, Salgado pone el foco en la dimensión global y compartida de las migraciones. Más que espectador del sufrimiento, convoca al espectador como actor corresponsable de los cambios políticos y sociales asociados a la globalización de la información, la urbanización, los daños ambientales y las enormes desigualdades en el reparto de la riqueza que alimentan el fenómeno migratorio.

Vía hoyesarte.com