¡Continuamos recorriendo Milán! El segundo y último día también fue intenso. Quizá no tanto como el primer día, pero al menos sí que lo pareció por el cansancio que ya llevaba acumulado. Hay que aprovechar al máximo, aunque aguanten poco las piernas. Una vez hubimos desayunado y dejado el hotel -que, por cierto, era el Ibis Milano Centro, bien ubicado y barato-, cogimos el metro hasta la parada Cairoli para visitar otro de los monumentos emblemáticos de la ciudad, el Castello Sforzesco. Este magnífico castillo de ladrillo rojo, que ahora pertenece a la ciudad de Milán y es de acceso libre (a excepción del interior), atesora auténticas obras maestras distribuidas en diversos museos:
El museo de arte antiguo -alberga la escultura tardoantigua, medieval y renacentista más importante de Lombardía-, la Pinacoteca -propone un itinerario partiendo de magníficos ejemplos de arte gótico tardío lombardo hasta las dieciochescas vedutas venecianas de Canaletto-, el museo egipcio -hace un recorrido didáctico por los aspectos fundamentales de la cultura egipcia-, el museo de prehistoria y protohistoria -muestra las principales culturas que se sucedieron en Lombardía desde el Neolítico hasta el período de romanización-, el museo de artes decorativas -incluye piezas que muestran el trabajo de maestros de la talla, ceramistas, escultores, orfebres, armeros, tapiceros y tejedores, que van de los siglos XI al XVIII-, el museo de instrumentos musicales -atesora instrumentos europeos y de otras partes del mundo. La colección es la segunda de Italia y una de las más completas de Europa- y el museo del mueble -ilustra seis siglos de historia del mueble con valiosas piezas realizadas entre finales del siglo XV y el siglo XX-. Además, también posee la colección de grabados Achille Bertarelli, con un fondo de 300.000 piezas, un archivo fotográfico con 600.000 imágenes, una biblioteca especializada en arqueología y numismática, otra biblioteca de arte y una colección de 5.000 volúmenes entre manuscritos, fondos antiguos y modernos y más de 2.000 fotografías sobre Leonardo da Vinci.
Como podéis comprobar, se necesitarían varios días para poder ver en profundidad los tesoros que alberga el Castello Sforzesco. Nosotros recorrimos las salas sin detenernos demasiado. La entrada a toda esa cantidad de piezas históricas tan sólo cuesta 3€. Pagar ese precio vale mucho la pena, porque además de todo ésto, se pueden ver dos auténticas obras maestra del arte: los Tapices de Trivulzio, doce tapices diseñados por Bramantino que representan los meses del año y los signos del zodíaco. Se consideran obras maestras del arte textil italiano. Y la Pietà Rondanini, la última obra de Miguel Ángel, que quedó inacabada a causa de su muerte.
Castello SforzescoConstruido como fortaleza en 1368 por Galeazzo II Visconti, el castillo de los Sforza fue ampliado en el siglo XIV por Gian Galeazzo y después por Filippo Maria, quien lo transformó en un espléndido palacio ducal. Fue parcialmente demolido en 1447, durante la República Ambrosiana. Pero Francesco Sforza, señor de Milán en 1450, y su hijo Ludovico El Moro conviertieron el castillo en una de las cortes más magníficas de la Italia renacentista, con invitados como Bramante y Leonardo da Vinci. Bajo el dominio español y austríaco, el castillo fue declinando paulatinamente, a la vez que recuperaba su primitiva función militar. Fue salvado del derribo por el arquitecto Luca Beltrami, quien lo restauró entre 1893 y 1904 y lo convirtió en un importante museo.
Cuando terminamos la visita al Castello Sforzesco, que nos ocupó una gran parte de la mañana, dimos un paseo por el Parco Sempione, adyacente al castillo. No es un parque magnífico, pero sí que resulta bastante agradable. Aquí se encuentra un anfiteatro construido en 1806, el Palazzo dell'Arte -la sede del Triennale Design Museum de artes decorativas, moda y artesanía- y el Arco della Pace, inspirado en el Arco de Triunfo de Septimio Severo, situado en el Foro de Roma. Tras el arco se extiende el Corso Sempione -que ya no tuvimos tiempo de ver-, una gran calle comercial diseñada siguiendo el modelo de los bulevares de París.
Arco della PaceLas obras del monumento neoclásico más grande de Milán comenzaron en 1807 de la mano de Luigi Cagnola, para celebrar las victorias de Napoleón. Su construcción fue interrumpida y retomada en 1826 por Francisco I de Austria, quien cambió los bajorrelieves para conmemorar la paz de 1815. Está revestido de mármol de Crevola y decorado con bajorrelieves que representan episodios de la restauración tras la caída de Napoleón.
Parco SempioneAunque tiene una extensión de unas 47 hectáreas, este parque ocupa sólo una parte del antiguo jardín ducal de los Visconti, ampliado por los Sforza en el siglo XV para convertirlo en un coto de caza de 300 hectáreas. A principios de 1800, una parte se utilizó para crear una avenida para los desfiles que llegaba hasta el Arco della Pace. El parque actual es obra de Emilio Alemagna, quien lo diseñó entre 1890 y1893 como un jardín inglés.
Antes de comer, nos adentramos en el precioso y bohemio barrio de Brera, con sus calles empedradas, cafés, restaurantes, galerías y tiendas de antigüedades. Un placer. Nuestra siguiente parada era la Pinacoteca de Brera, otro de los museos imprescindibles de Milán. Alberga pintura italiana desde el siglo XIII hasta el XX: pinturas de artistas tan conocidos como Bramante, Bernardino Luini, Gentile da Fabriano, Mantegna, Tiziano, Veronese, Tintoretto, Correggio, Piero della Francesca, Rafael, Bronzino, Guido Reni, Barocci, Caravaggio, Pietro da Cortona, Tiepolo, Canaletto, Bellotto, Francesco Hayez, Boccioni o Modigliani. También hay algunas salas de pintura flamenca y holandesa, en la que cuelgan obras de Van Dyck, Jordaens, Rubens, Rembrandt o Bruegel.
Pinacoteca de BreraLa Pinacoteca de Brera contiene una de las mejores colecciones de arte de Italia, con obras maestras de importantes artistas de los siglos XIII al XX, como Rafael, Mantegna, Piero della Francesca y Caravaggio. La pinacoteca está ubicada en un palacio de los siglos XVI y XVII, construido para los jesuitas. Los jesuitas lo convirtieron en un centro cultural, fundando una prestigiosa escuela, una biblioteca y un observatorio astronómico. La Pinacoteca tiene 38 salas, con obras expuestas en orden cronológico. La única excepción es la sala 10, donde pueden verse las colecciones Jesi y Vitali, con obras del siglo XX que en el futuro serán expuestas en otro lugar. Los cuadros también están agrupados por escuelas (veneciana, toscana, lombarda, etcétera).
Cuando salimos de la Pinacoteca de Brera, comimos en un restaurante de la zona. Yo probé el típico risotto a la milanesa. Repuestas las fuerzas, ya sólo nos quedaba pasear por Milán. Nos dirigimos al llamado barrio de la moda, donde se encuentran las tiendas más elegantes y caras de la ciudad. Luego volvimos a la Piazza del Duomo, donde nos despedimos de la catedral, y merendamos té con pastas en un bonito café. A las 18:00 horas cogimos el tren que nos llevaba al aeropuerto de Malpensa, desde donde salimos con destino a Barcelona. Se había terminado el viaje. Visitar Milán fue una experiencia inmensa. ¡Os la recomiendo!
El barrio de la modaLa Via Montenapoleone es el corazón del Milán elegante y uno de los cuatro lados del llamado cuadrilátero o barrio de la moda (los otros tres lados son la Via Manzoni, la Via Sant'Andrea y la Via della Spiga). En este barrio, además de las tiendas de algunos de los diseñadores de moda más famosos del mundo, pueden verse grandes residencias aristocráticas neoclásicas. La Via Bigli está flanqueada por palacios de los siglos XVI y XVII, con patios porticados.