Jil Sander siempre es una de mis citas favoritas de Milán, uno de los desfiles que espero con ganas cada temporada. Muchos pensarán que es una firma a la que se puede catalogar de cualquier cosa menos de excitante o innovadora, pero quizá por eso tiene mucha más esencia e interés que muchas otras que están sin rumbo y perdiendo la identidad cada vez más, temporada tras temporada.
Esta vez Raf Simmons ha incorporado los estampados a cuadros y piezas con cortes clásicos ( chaquetas, faldas) a la técnica minimalista más efectiva del mundo de la moda. Los cortes rozan la perfección, como siempre ( fantásticos el abrigo y el vestido granate del último bloque de pases) y pese a lo extraño que pueda resultar verla de golpe , seguida ( pasando de transparencias en negro a cuadros en tweed en un abrir y cerrar de ojos) es una colección muy práctica y agradable, pese a alejarse un poco de lo que entendemos por una típica colección de invierno de Jil Sander.