El amor también como identidad del otro, lo que nos lleva a mimetizarnos con él y a diluirnos en su esencia. Esa necesidad de amar y ser amado se transfigura en la unión física y espiritual del cuerpo y el alma. Amar para perderse en el fondo de la persona amada. Amar para no tener que revisar nuestro pasado y simplemente cargar con él. La técnica narrativa que emplea Milan Kundera para hacernos ver la experiencia identitaria de una misma experiencia en Chantal y Jean-Marc, es sumamente sencilla, pero acertada a la vez, pues la misma escena primero la narra el escritor en un personaje (desde la lejanía de la tercera persona), e hilando una frase o un pensamiento, la traslada al otro, en capítulos cortos y encadenados que, como los pensamientos, se van solapando en múltiples flashback mentales. En ese rico universo de los pensamientos muchas veces no expresados, reside otro de los puntos fuertes de la novela que, poco a poco va creciendo en intensidad, hasta acabar en un ejercicio narrativo onírico y caprichoso con el que el autor nos quiere dejar pensando, pues el amor como gran motor que mueve el mundo, para Milan Kundera, es un magnífico espacio para la reflexión.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.