Lijamos únicamente las patas, y limpiamos a conciencia el resto, por dentro y por fuera, con agua y amoniaco. Después, recurrimos a la pintura a la tiza.
Solo dos manos bastaron para dejarlas tal y como queríamos...:
...: ¡blanca y reluciente!
Su aspecto renovado, ha hecho que recobráramos la ilusión por ambientarla.
Y así, aprovechamos para enseñaros en qué ocupamos la mayor parte de nuestras jornadas playeras: en recuperar cristales erosionados por el mar (actividad que una de nosotras practica desde que su padre se los descubriera, siendo niña, en la playa)...,
..., y pequeñas conchas de nácar, un material natural que nos enamora y seduce desde siempre.
Hermosos tesoros que constituyen un gran triunfo en cada hallazgo, que nos hacen tener la espalda, de lo más bronceada....
Y que le vienen de perilla a nuestra mesa redecorada y salvada de un inevitable deterioro final.
Por supuesto, lleva varias manos de barniz en spray (¡qué invento!). Y ya le hemos prometido que no volverá a pasar ningún invierno a la intemperie...
Con este refrescante y sencillo trabajo, volvemos a casa de Marcela para participar, una edición más, en su Finde Frugal.
¡FELIZ FIN DE SEMANA!