Miradas de gente normal y corriente. Gente que amaba, respiraba, odiaba. Gente que buscaba perdurar escondiendo sus miradas entre las telas que cubririan sus cuerpos en la última morada. Miradas tristes, fijas, ancianas en jóvenes y jóvenes en algunos ancianos. Son los retratos de El Fayum, llamados así porque la mayoría de casi el millar que se han encontrado lo ha sido en esa región egipcia. Surgieron de sustituir en el proceso de momificación las máscaras funerarias por pinturas, mucho más cercanas a la tradición romana, pues proceden de los siglos I a III, cuando ya Egipto era territorio de ese imperio (ya sabéis, aquello de la Cleo, Julito y Marquitos). No se sabe mucho de ellos, pero parece ser que representan a los difuntos en una edad anterior a la de su muerte, por lo que casi con seguridad eran encargados en vida, y pudiera ser que decorasen las casas antes de acompañar a su dueño en ese viaje tan ingrato.
Tampoco se sabe si los pintores eran artesanos con local propio o se trataba de artistas itinerantes que vendían sus pinceles de pueblo en pueblo. Lo que si se sabe es que vivieron y murieron mucho antes que nosotros, y sin embargo, sus miradas no difieren en nada de las que podemos encontrar en la calle, el metro o el trabajo. Un viaje en el tiempo a través de unos ojos casi eternos.
*Post publicado originalmente el 1 de septiembre de 2009