Este poemario titulado de forma imperativa, Haz lo que te digo, es una corpórea historia de amor, que comienza con la necesidad de ser el otro sin límites. Posibilidad que solo se puede materializar mediante la convulsa opción de apoderarse de lo más íntimo del ser amado, lo que solo se produce a través de la minería corporal del amante: «...y no me detengo hasta que soy tú/ y tu sexo es el mío hasta que soy yo/ quien está dentro». Esta es una superlativa manifestación de amor hacia el ser amado, pues QUIERO es el todo en la arqueología del otro y sus huellas. Esa relación de búsqueda prosigue en TÚ Y YO; un nuevo planeta donde las manos y los cuerpos, poco a poco, van dejando sitio al espacio que fluye entre los amantes; colisiones indoloras cuyas ramificaciones se extienden como mapas en los que es necesario situar ciudades y ríos, árboles y edificios, cielos y aviones. Accidentes geográficos a los que solo se contraponen los cuerpos: «No te necesito/ te dije./ Yo soy mi casa/ mi sangre solo la llevan/ un puñado de palabras/ y en mis brazos/ la única criatura soy yo». Cuerpos que no engendran sueños sino que se transforman en materia. Miriam Reyes es la poeta de la materia y lo sabe expresar muy bien: «Lo que no nos hacemos sedimenta/ en la carne/ endureciéndola». Viaje interplanetario de superficies volcánicas que devienen en rocas. Cuerpos..., cuerpos reconvertidos en la argamasa de los recuerdos a través de los que verter la ausencia y el dolor. HAZ LO QUE TE DIGO necesita de una clave: la naturaleza, que igual que una llave, nos abre la puerta hacia un nuevo lugar donde los cuerpos ya son meras aproximaciones: «Todo esto no es más/ y no será nunca más/ que una aproximación/ a lo que sea». Aquí mi lugar no es tu lugar, y el espacio que nos separa es el que utiliza el ocupa el lenguaje para modificar la realidad. Y como un testamento o declaración este poemario se cierra con AQUÍ ESTOY, un conjunto de poemas que comienzan con una cacofonía en forma de verso repetido, como si con él, pudiéramos apoderarnos del tiempo y el espacio cuales magos de la certidumbre que vencen los límites de la realidad. Vano intento y falso espejismo que le permiten a la poeta divagar por nuevos espacios con escenarios imposibles, y donde el paisaje no se detiene, quizá, porque todo es una sucesión de accidentes de: «sus pelvis de hormigón armado/ para cimentar sus vergas». Sexos petrificados en el olvido y el pasado porque, son y serán: «músculo y materia oscura/ firmes como farolas flexibles como juncos». Y entonces..., solo nos quedan los márgenes, las siluetas y las puertas abiertas; líneas que, como caminos, nos invitan a seguir sus huellas.
Miriam Reyes, es, sin duda, la poeta de la materia, de la arqueología o la marca sobre el cuerpo y el espíritu, y pertenece junto a otras jóvenes poetas españolas a una nueva generación de voces fracturadas por las redes sociales y la inmediatez. Quizá, ella sea la más madura en su concepción poética junto a Elena Medel que, en Chattertonnos lanza un serio aviso sobre la importancia del paso del tiempo. Sin embargo, sería injusto dejar de lado otras concepciones del mundo poético, como por ejemplo, las del manicomio del amor de Noemí Trujillo o su eco de las habitaciones vacías, la geometría de los recuerdos de Paula Bozalongo, o la intensidad de los espacios vacíos entre el pecho y la vagina de Luna Miguel.
Miriam Reyes, y su poemario Haz lo que te digo, son un viaje por el espacio que nos invita a observar más de cerca tanto las colisiones gravitacionales como las vergas apuntando al horizonte.
Ángel Silvelo Gabriel.