Miroslav Tichý: una historia, muchas imágenes y la evocación

Por Photosatriani @artimprove

La sensación de plenitud que la mayoría de las personas alcanza percibir cuando la Vida nos regala lo que yo llamo un “cruce mágico”, constituye para mi uno de los instantes que merecen ser perseguidos con abnegación y que recompensan de mucha “ordinariedad” (quiero decir, de muchas cosas ordinarias) que tenemos que tragar. Esto es lo que sentí cuando entré en el Museo del Romanticismo en Madrid y descubrí a Miroslav Tichý y su fotografía, gracias a la exposición organizada allí por Photoespaña (abierta hasta el 28 de Agosto). Llego algo tarde, lo se…Tichý saltó a la fama mundial en el 2004…pero ¡qué importa! No se trata de llegar primero, segundo o último, se trata de sumar al bagaje personal tanto como fotógrafo que como persona, un fragmento de belleza que enriquece y me hace sentirme mejor. Lo que me ha cautivado de Tichý han sido por supuesto sus imágenes evocadoras, resultado de una mirada incisiva y original de la cotidianeidad de la vida, pero también la historia que hay detrás y la persona Miroslav Tichý, un hombre que desarrolló una profunda y arraigada filosofía, fundamentada por la cultura, el arte, la sensibilidad y el anti-conformismo.

Miroslav Tichý antes de llegar a la fotografía, frecuentó la Escuela de Bellas Artes en Praga; nunca llegó a completarla, porqué mientras tanto, se estableció el régimen comunista que impuso a los artista un enfoque que Miroslav no compartía. A partir de allí se hizo siempre más evidente el choque frontal con el “estatus quo” que se iba estableciendo; Miroslav se transformó entonces en un espíritu libre, excéntrico, independiente, rozando la locura; elije una vida al límite y se conforma vivir en una chabola de madera en su ciudad Kyjovn en la Republica Checa. Todo esto le permite ser tolerado por el régimen, que lo deja vivir marginado y que lo obliga a pasar unas temporadas en psiquiátricos o cárceles, para quitarse del medio su figura que amenazaba la perfección aparente que el régimen quería mostrar públicamente, sobre todo durante manifestaciones en las cuales participaban representantes de la jerarquía gubernamental. En los años Cincuenta, Tichý descubrió la fotografía y empezó a desarrollar su propia visión, incluyendo el hecho que era el mismo que se construía sus propias cámaras y lentes con material de desecho, que intervenía con lápiz en las fotos reveladas, que sobrexponía y desenfocaba y que ha utilizado (quizás sin voluntad directa) el tiempo como un elemento más para deteriorar sus imágenes y de esta manera añadirle un mayor componente de evocación. La imperfección que crea poesía.

Cuando la fotografía se convierte en su misión, decide hacer cien fotos cada día; por lo tanto, cada día, sale a darse un paseo por su pueblo para hacer foto de lo que es el “mundo” (como el mismo dice en el maravilloso e imperdible video que Roman Buxbaum ha hecho sobre este artista); a juzgar de las imágenes, parece que su perspectiva del mundo estaba muy condicionada y cercana a la mujer. La casi totalidad de sus fotografías tienen como protagonista las mujeres.

Existe un claro paralelismo entre la poesía y la fotografía de Miroslav Tichý. La poesía es un género literario que, por medio de la palabra, evoca sentimientos, emociones, sensaciones y genera reflexiones y pensamientos. En la poesía se usan elementos de valor simbólico para generar imágenes, que necesitan de una actitud activa por parte de quien lee los poemas para poder captar el mensaje. Las imágenes de Tichý derivan de un concepto evocador de la fotografía. Como el mismo dice: “reconocemos solo lo que podemos y queremos reconocer”; sus imágenes provocan pensamientos, nos obligan a entrar en nosotros mismos, en nuestra memoria, en nuestro vivido, para poder evocar lo que las imágenes nos trasmiten. En este proceso, nuestro ánimo se llena de nostalgia, de recuerdos y de esencial y se le ofrece extraer de lo que ve borroso, sobrexpuesto, desenfocado en las imágenes de Tichý, una clarísima y dulcísima sensación de bienestar. El fotógrafo y el observador de su obra entran en sintonía y por un momento se tiene la sensación que su imagen es tu imagen y que tu vida ha sido lo que él ha congelado en sus fotos. Tichý decía: …”yo no existo en absoluto, soy simplemente una herramienta de percepción…”. Tichý lleva las imágenes a un sugerente lugar en el cual todos nos parecemos y nos reconocemos; la Fotografía de Miroslav Tichý es la más clara demostración que la poética de una imagen no nace de una cámara fotográfica si no de la mirada de la persona que está detrás de ella.

En el 1981, un vecino de Miroslav Tichý, que fue también su psiquiatra, Roman Buxbaum, empezó a entrevistar, a documentar dichas entrevistas y sobre todo a preservar el trabajo deteriorado; al mismo tiempo, trabajó para que se diera a conocer la obra de este artista. Desde entonces, solo en el 2004 (7 años antes de la muerte de Tichý) y gracias al curador suizo Harald Szeemann, se presentó al público su obra en la Biennale de Sevilla; a partir de allí la obra de Tichý cautivó a todos y se llegó a exponer hasta en el Centro Pompidou en París y en el Center of Photography in New York. Miroslav Tichý a pesar de que su obra había alcanzado notoriedad mundial, quedó fiel a sus principios, en ser anti-conformista y “anti-establishment”; rechazó la fama, el dinero, los premios y los paripés y se quedó en su casa llena de imágenes y de muchas otras cosas, en su pueblo Kyjov, del cual supo retratar la esencia de lo que ocurría, tomando siempre las mujeres como sus únicas musas.

Esta historia me cautiva pero también me genera rabia; seguramente nos hace reflexionar entre el dualismo entre ser artista y ser un artista reconocido. … ¿que quiere decir precisamente “reconocido”? ¿Reconocido por quién? ¿Quién se otorga la autoridad de reconocer a un artista? ¿Cuáles son los criterios que usa? ¿Cuánta subjetividad existe en estos criterios (si de criterios podemos hablar)? Todo esto me recuerda el relato visual “El escultor” que leí el año pasado en el cual un galerista decía a un artista: “crees de verdad que existe un “artometro” omnipotente que divide el bueno de lo malo? Es todo malditamente subjetivo, siempre lo ha sido y siempre lo será”.

Una persona que ha vivido su vida sin pedir nada, preservando su libertad y su pensamiento mientras el resto del mundo lo consideraba medio-loco y lo marginaba; una persona con una sensibilidad y profundidad de pensamiento excepcional, reversaba todo su ser en hacer fotografías con cámaras hechas por el mismo, usando materiales de deshecho. Una persona así ha generado una herencia para todos hecha de imágenes evocadoras en las cuales todos nos reconocemos o a través de las cuales, visualizamos nuestros recuerdos o nuestras nostalgias. Esto debería ser suficiente para que su obra fuera conocida y difundida, porque disfrutando de ella, nos ayuda a todos a ser mejores personas y a facilitar que nos conozcamos mejor, más allá de las apariencias, de las hipocresías y de la superficialidad. La obra de Miroslav Tichý conseguió (aunque muy tarde y a pesar de su voluntad) esta notoriedad; una gota en la infinidad del mar de los anónimos que hacen arte para sigo mismo, para sentirse mejor, para expresar la interioridad, para superar conflictos interiores o simplemente para el gusto de hacerla. En este sentido, Miroslav Tichý es sin lugar a duda el artista de los artistas…aunque él, conforme a su anti-conformismo, prefería autodefinirse un “Tarzán jubilado”.

En 1992, el pintor austríaco Arnulf Rainer visitó a Tichý y le pidió comprar algunas de sus obras. Tichý se negó a aceptar dinero y le propuso un trueque: una pintura de Rainer, a cambio de una fotografía. A partir de allí, muchos más artistas quisieron hacer lo mismo. Visto lo visto, Roman Buxbaum fundó entonces The Tichy Ocean Foundation, que se basa en el concepto de intercambio. Artistas de todo el mundo donan sus obras a cambio de fotografías de Miroslav Tichý.

Antes de acabar este post-homenaje, quiero añadir una cosita más: os invito a volver a leer cuanto he escrito o a mirar las imágenes de Tichý, poniendo la bellísima balada que Nick Cave ha querido componer y dedicar a Miroslav Tichý; una pieza que en mi opinión encierra en su ritmo y en sus palabras muchas de las sensaciones que las imágenes de Tichý evocan en nuestras cabezas cuando las miramos.