Salir con bien, físico y mental, de este marasmo de fiestas, se me antoja complejo: a cierta edad (la mía...), y a la espera de un relevo generacional que, con seguridad, aportará frescura e ingenuidad, uno contempla las ruinas de su pasado emocional y nota (con Joyce y Houston) que pesan más las sombras que los gozos. Pero las ruinas, sobre todo si las fotografía mi amiga Sole Felloza, pueden ser también hermosas, sugerentes. ¿Mueres con ellas o renaces? Aunque dominen las sombras, un apunte de luz asoma: vamos a seguir despiertos por si acaso. El camino hacia la transparencia ha empezado pero no tengo prisa por recorrerlo.
Los vinos son siempre pero acaso más en estas fiestas, con tantas "luces y sombras," un punto de certidumbre. Se puede hundir el mundo, pueden la familia y lo que sucede alrededor armar gresca y bulla: los vinos marcan la senda de la inmortalidad, del contacto con la naturaleza, con el terruño éste o aquél, con las uvas, con sus personas, con comidas y sensaciones. Me gusta pensar en ellos, elegirlos con cuidado, pensar en procedencias distintas, en vinificaciones variadas. Divertirme tanto en el proceso como en su consumo. Ànima Negra 2001 es un vino que está envejeciendo de maravilla. Aconsejo vivamente, si ha sido bien conservado, su compra. Y coincido mucho con la opinión de mis amigos de Verema: ahora mismo está en un momento espléndido de su evolución y, creo, no ha empezado todavía a decaer. Esa callet viejísima de Felanitx, vinificada con una parte de madera vieja ( 13,7%), muestra su potencial: ese chocolate con alma cítrica de corteza de naranja; ese buqué limpio, de infusión de regaliz, de cedro y eucalipto; ese aroma de tierra y ese fondo de humo de hogar, me dieron lo mejor: ¡empezar las fiestas con una diana!
Creo que la edición del Colet Assemblage Extra Brut (11,5%) que ahora mismo está en el mercado, muestra la madurez a la que han llegado Sergi Colet y su equipo. Es un espumoso de la DO Penedès (no DO Cava, aunque proceda de Pacs del Penedès) que muestra un corazón más rosado que nunca. Más pinot noir que chardonnay (10% más) en este Assemblage, le da entidad para afrontar retos mayores que el de un buen entrante. Con una butifarra con piñones, pasas y ciruelas (trasunto de relleno de pollo rustido, pero sin pollo...) se mostró espléndido: fresco sin sobresaltos, discreto y muy coralino, tiene una burbuja muy fina y el conjunto se muestra muy bien acoplado ahora mismo. Cerezas, fresitas del bosque, el fruto del madroño y un vino redondo en boca me han convencido de nuevo.
Termino esta entrega con un vino que no debiera faltar en ninguna mesa que se precie: un buen jerez. Son fáciles de encontrar, tienen muy buenos precios y, eso sí, hay que conocer un poco las características de cada etapa (biológica u oxidativa) para poder combinar con acierto. La ventaja de la serie La bota de..., que selecciona y envasa el Equipo Navazos, es que da indicaciones sobre qué platos y recetas combinan mejor con sus vinos. Una selección suya es un acierto seguro: conocen como nadie el terreno y las bodegas y eligen sus sacas en un punto óptimo, tras exhaustivas catas. A mí me gusta ir probando un mismo vino de los suyos en distintos momentos. Su selección n.18, La bota de fino del Pago Macharnudo Alto, procede de una saca de diciembre de 2009. Hubo una versión apócrifa un par de meses antes. La buena es la de diciembre de 2009. He probado varias botellas y su estilo y caracter cambia como lo hacen las estaciones. Es un vino que ha nacido para envejecer y sorprendernos como Solón: cada época tendrá lo suyo pero ¡no nos perdamos ninguna! Un año de botella te da un vino muy especial, difícil de describir. Mantequilla salada, agua de las aceitunas tras macerar, almendra amarga, sal gorda. No hay que beberlo muy frío: sobre los 10-11ºC y subiendo hasta los 14ºC. Está mucho más amable, redondo y perfecto en nariz que hace un año. Todavía entero de chicha, no ha empezado a afilar la navaja que lleva dentro. Huele a jara, a salinas al sol de una primavera tardía, antes de la cosecha. En esos matices de la salinidad, hay, ahora, un punto casi de agua de manantial, agua dulce, que lo hace muy especial, más amable. En boca está, quizás, menos preciso y perfilado que en nariz: creo que está pensando ya cómo dar su siguiente paso.
La segunda foto del post es la felicitación de Navidad de Marcelo Isarrualde: una perspectiva única, casi felliniana, de Barcelona desde la atalaya de sus navidades.