"Toda persona debe decidir una vez en la vida si se lanza a triunfar, arriesgándolo todo o si se sienta a ver el paso de los triunfadores"
(Thomas Alva Edison)
Hay que mojarse. Con la ropa, en las fotos y en la vida. Es un mensaje recurrente en la publicidad de vaqueros y perfumería cara. Una orden constante en el decálogo de la mujer moderna. Los blogs pretenciosos hasta encabezan sus post ordenándote que te arriesgues. Pero ¿alguien se preocupa cuando te mojas de verdad?
Porque un día decides hacer unas artísticas fotos al borde de un salvaje acantilado.En Caños de Meca (Cádiz). Te asomas al borde del precipicio. El viento te mete el pelo en los ojos. Y aguantas estoica. Hasta que una ola asesina se aproxima peligrosamente.
Sobre todo cuando creíste que la combinación deliciosamente imperfecta sería una camiseta interior negra que hubiera hecho palidecer a la mismísima Sabrina. No contabas con que el viento golpeara tan fuerte. Te mojaste y estás helada.
Porque arriesgaste aún más cerrando el look con unas botas de estilo navajo. Tampoco era la combinación más previsible. Pero, como insisten en las revistas femeninas, hay que mojarse. Quien no arriesga, no gana. Y tú arriesgas.
Alguien dispuesto a recogerte si caes al precipicio. Si tienes más, de uno, tienes suerte. Ya puedes mojarte.