Ese es uno de los bonitos motes que le pusieron a Molly en su infancia, la chica "alienígena". Curiosamente su cara simétrica, alta estatura y gran delgadez han sido pasaporte para su éxito. A esta joven estadounidense le resultaba prácticamente imposible pasar desapercibida. Mide 1,85 m, tiene las orejas grandes y los ojos separados, y todo esto la hacía diferente, pero ella no sabía por qué.
Una meteórica carrera para aquella niña a las que sus compañeros de colegio llamaban "mantis religiosa" y "alienígena" debido a sus rasgos tan peculiares. No deja de ser curioso que estos mismos rasgos son los que han parecido valer oro en el mundo de la moda.
Este es el mejor ejemplo para no sentirse mal por ser diferente, ya que todas las personas somos iguales, independientemente de nuestro aspecto. Hay que aprender a no juzgar por las apariencias, y por otro lado no dejar que nadie nos considere inferior por el mismo motivo. Molly ya está contenta, porque ha dejado de sentirse un bicho raro.
¿Conocías a esta chica?