Más que nada porque te has gastado una pasta gansa, tratándose de un capricho, y porque las inversiones, a ser posible, hay que asegurarlas. Y más tratándose de un dispositivo de esas características.
Claro que, seguramente, y antes de dar el paso, habrás escuchado opiniones para todos los gustos: que si es tirar el dinero -al fin y al cabo, por la misma regla de tres, así pasa con todos los seguros, y se pagan-, que si el precio de la póliza es desproporcionado con respecto al valor del Smartphone -aunque, ahora, hay modelos que sobrepasan con creces los 600 euros- o, especialmente, para qué extender una garantía cuando el valor del dispositivo decrece con el paso del tiempo y su uso. Opiniones respetables todas, porque todas tienen su parte de razón.
- Una caída accidental en una fuente, en el plato de ducha, en el inodoro -sí, ¿a que conoces algún caso del que se lo lleva hasta para... eso?-.
- Lo dejas cargando, se va la luz, y al volver, la sobretensión se lo lleva por delante.
- Playa o piscina en verano. Al sol, para coger ese bronceado que tantas ganas tienes de lucir. Y el Smartphone, a tu vera, cogiendo el mismo color que tú. La diferencia es que el dispositivo, con mucho sol, dice ahí te quedas y no vuelves a saber nada de él.
Y tantas y tantas cosas. Y te lo piensas. Pues eso, que haces bien, por lo que pueda pasar.