Vaya por delante que soy un “dylaniano” en todas sus variantes.He gozado y gozo de las letras intrincadas de sus canciones. Me entusiasman esas versiones que hace de sus propios temas que ni él reconoce, que siguen siendo canciones fantásticas. Disfruto de su figura desmadejada y frágil que se transforma en una maquina potentísima sólo con su guitarra, su armónica, su voz y la munición de lo que dice. Fui cómplice cuando se pasó a lo eléctrico y acertó de pleno. Y hasta me he reído cuando ha hecho alguno de esos disparatados discos en los que no se le reconocía la voz. Incluso cuando ha ido a cantarle al Papa. O le ha cantado a Dios.Y ahora saca este disco de versiones de estándares del Jazz. Bueno. Otra más.Lo ha vuelto a hacer: Le apetecía hacer este álbum y lo ha hecho. Y vuelvea demostrar que lo suyo no es todo y que no puede hacerlo todo bien.Este disco se podía haber enfocado de tres formas:1) Versiones dylonianas de clásicos del jazz. Es decir, “rhythm & blues country” a todo trapo y su rota voz desgranando penas y abandonos. Percusión, guitarras, algo de piano u órgano Hammond, algo de armónica. Vamos, lo suyo. Hubiera estado bien, muy bien.2) Su voz acomodada a una clásica banda de jazz, con sus solos e improvisaciones. No sé cómo hubiera ido. Podría haber resultado. Aunque no veo su voz muy jazzística.3) Clásicosestándares del jazz tratados como canciones de Doris Day. Una pena.
Pues esta última opción es la que ha escogido Bob Dylan. Y así ha salido el disco. Absolutamente prescindible. Y peligroso. Peligroso si hay alguien que nunca ha escuchado a Dylan y empieza por este disco.Sólo hace falta escuchar la versión del “Autumn Leaves”. Suena a “Winter Leaves”. Una canción que despide tanta nostalgia, que casi se oye llover…….y con Dylan da pena.
No tengo otra intención que advertir a los que, por primera vez, se enfrenten a Dylan que no lo hagan con este disco. Verán, Bob Dylan es un genio y como todo genio no sigue una pauta y no siempre hace genialidades, a veces la caga, este disco no es una cagada pero no es Dylan. Es Bob.Si quieren acercarse a él, cómprense “Blood on the Tracks” de 1975, “Blonde on Blonde” de 1966 o “Highway 61 Revisited” del 1965. La trilogía de la Magia. Si no saben inglés, y si lo saben también porque muchas veces entender lo qué perora el genio de Minessotaes imposible, cómprense alguno de los múltiples libros que hay en el mercado con sus letras. Con esos tres discos disfruten una temporada. Y después escojan los discos que vayan queriendo pero ya sabiendo hasta donde ha llegado este hombre con su genio poético y musical. No en vano ha estado nominado al Nobel de literatura unas cuantas veces.“Shadows in the Night” es una curiosidad en la producción de Dylan, un capricho. Como si Miguel Ángel hubiese dibujado un tebeo o Mahler hubiese compuesto una sardana. Con todos mis respetos a los dibujantes de comics, los compositores de sardanas y por supuesto a los grandes estándares del Jazz.Otra cosa buena tiene mi consejo: Que los discos que recomiendo están más baratos que el que acaba de salir.Eso sí, si los escuchan corren el peligro de quedar atrapados para siempre en su magia, que hará que este hombre en unos siglos, si seguimos por aquí, esté al lado del mencionado Mahler.