Mujeres urbanistas

Por Gonzalo

La naturaleza espacial del ser humano requiere vincularse a sitios concretos y libremente elegidos en los que transcurre la existencia. Significados por la volutad y vinculados al ser de las cosas, estos lugares instilan su calidez a las relaciones sociales que en ellos acontece. Sin embargo, y aunque resulte absurdo, las sociedades de la presente hora nos han despojado de algo tan intrínsecamente humano como es el derecho a habitar.

El entorno se convierte, de hecho, en un impedimento para la realización personal cuando los residentes carecen de toda implicación en el diseño de sus barriadas y en la construcción de sus viviendas.

Desde la perspectiva del pensamiento libertario, los vecinos deberían apropiarse los inmuebles: sería una forma de institucionalizar un caos saludable. Que los vecinos diseñen el edificio que ocupan implica invertir la jerarquización de la construcción, es decir, que esta se gestione desde abajo.

KROPOTKIN

Pero hay otros dos problemas importantes que, bajo su aparente modernidad, fueron ya discutidos por el viejo Kropotkin: el aislamiento de la familia nuclear, enclaustrada en la vivienda unifamiliar como trasunto de la prisión, y la exclusión de la mujer en todo lo relacionado con el alojamiento, ahogada, como estaba y continúa, en las faenas domésticas.

Estas inquietudes están muy presentes en el discurso comunitario y participativo del movimiento okupa, a través  del que fluyen continuamente acciones que van desde el barrio y hacia el barrio en su reivindicación del espacio público de la vida cotidiana.

Una muestra de todo ello fue ofrecida en el taller “Las mujeres y el barrio de Lavapiés”, que organizaron el Colectivo de Mujeres Urbanistas, la Eskalera karakola y la Red de Lavapiés en el madrileño CSA “El Laboratorio”.  Confluyen, asimismo, en un espacio de contrainformación telemática llamado Nodo50, un servidor de Internet que apronta una asamblea independiente con una oferta de servicios informáticos y comunicativos a grupos de izquierda, desencantados, inconformistas y disidentes.

El acervo del que se nutre el Colectivo de Mujeres Urbanistas no es ajeno a la veterana aportación de un grupo de teóricas que, sin abandonar el fenimismo, incidieron en la prioridad de las transformaciones espaciales y económicas frente a las netamente políticas.

Con el objeto de socializar la faena doméstica y barrenar la separación que existía entre el hogar y el trabajo, estas activistas diseñaron casas en las que no existía la tradicional división de los espacios por sexos. Son varias las experiencias que a lo largo de la historia han subvertido los valores patriarcales prevalentes en el urbanismo.

Generalmente, estos experimentos han sido el fruto de la colaboración entre el socialismo y el feminismo, muy fructífera hasta que el socialismo científico, basado en la división de clases como categoría central, desplazó al radicalismo por la igualdad de sexos que había caracterizado al socialismo utópico inglés.

A finales del siglo XIX, Melusina Fay Pierce propuso la creación de bloques de casas con servicio común de cocina, lavandería y guardería, apoyadas en cooperativas de trabajo doméstico. Y en tiempos más recientes, desde que acabó la Segunda Guerra Mundial hasta finales de los años setenta, numerosas mujeres de la zona costera de Brighton se organizaron en redes que, desafiando a la Administración local, ofrecieron una respuesta adecuada a sus cambiantes necesidades durante la posguerra, tanto en lo relativo a la maternidad y al cuidado  de los hijos como al mantenimiento del puesto de trabajo.

En Canadá, Estados Unidos y Gran Bretaña también se han construido, auspiciados por el embate del feminismo en los años sesenta, hogares de acogida para mujeres, albergues y centros culturales. Con el mismo prurito, cubrir las necesidades de las mujeres, la vanguardista arquitecta Dolores Hayden ha diseñado no hace mucho un espacio mixto en el que las madres solteras de la ciudad de Los Ángeles pueden combinar el hogar con el puesto de trabajo.

En España, el Colectivo de Mujeres Urbanistas no se propone crear espacios exclusivamente femeninos pero sí atender a los requerimientos específicos de un grupo que, en virtud de las tareas que asume, por ejemplo como cuidadora de niños y personas mayores, utiliza más el viario urbano, por lo que también sufre en mayor medida su diseño inadecuado o su ocupación molesta.

Fuente:  ¿DÓNDE ESTÁN LAS LLAVES? EL MOVIMIENTO OKUPA: PRÁCTICAS Y CONTEXTOS SOCIALES   (COORDS.  RAMÓN ADELL ARGILÉS/ MIGUEL MARTÍNEZ LÓPEZ)

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