Museo del Prado, museo nacional español de arte fundado en noviembre de 1819 por el rey Fernando VII. Situado en Madrid, en uno de los más bellos parajes de la villa, el Paseo del Prado, en sus inmediaciones se hallan también el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y el Museo Thyssen-Bornemisza, en lo que ha dado en denominarse desde 1992, “el triángulo del arte”, del que es su vértice principal. El Museo Nacional del Prado (su nombre oficial) está considerado como uno de los más importantes centros artísticos del mundo, así como uno de los museos de personalidad más acusada entre los de su género. A sus impresionantes colecciones de pintura se añaden otras de escultura, dibujos, estampas y artes suntuarias.
2 NACIMIENTO
El Museo del Prado tuvo su origen en el movimiento ilustrado y se configuró a semejanza de los primeros centros europeos de esta naturaleza, nacidos en los últimos años del siglo XVIII y en las primeras décadas del XIX. Se debió todo ello al impulso adquirido por los derechos ciudadanos promovidos por la Revolución Francesa y propagados por los círculos más cultos europeos en el transcurso de las Guerras Napoleónicas. Así, al amparo del principio del disfrute estético, su carácter nacional y su actividad pedagógica, se instituyeron algunos de los más destacados museos de Europa. El primigenio en su estilo fue el Museo del Louvre, (inaugurado el 11 de agosto de 1793), del que el Prado, en los primeros años de su historia, adoptó sus principales formas (métodos de instalación de las obras, organigrama, estatutos e incluso los uniformes de sus bedeles y conserjes). Siguieron sus pasos la Pinacoteca de Brera (que abrió sus puertas al público el 15 de agosto de 1809) y el Koniklijk Museum de Amsterdam (actual Rijksmuseum), inaugurado el 21 de abril de 1808.El primer proyecto para su creación provino, además, del hermano de Napoleón I, José Bonaparte, que en 1809 quiso fundar —con piezas procedentes de los palacios reales y de las expropiaciones de los conventos—, el Museo Josefino. Poco después de su regreso a Madrid, en 1814, finalizada la guerra de la Independencia española, Fernando VII retomó aquella idea y con el apoyo entusiasta de su esposa, la reina Isabel de Braganza, y después de algunos balbuceos, se decidió la formación de un Museo Real de Pinturas y Esculturas —con fondos de exclusiva procedencia de sus propiedades—, que se instalaría en el edificio construido en 1785 por Juan de Villanueva para asentar el Real Museo de Ciencias Naturales, en el Paseo del Prado, y cuyos gastos serían cubiertos por el “bolsillo secreto” —equivalente de los hoy llamados “fondos reservados”— del Rey.A su fallecimiento, en 1833, los bienes que conformaban el Museo fueron heredados por su hija Isabel, que reinaría con el nombre de Isabel II. La revolución de 1868 nacionalizó el patrimonio de la Corona, que revertió al Estado, por lo que desde 1869 pasó a llamarse Museo del Prado. Cuatro años más tarde se produjo la integración en el Prado del Museo de la Trinidad (creado en 1838 con las obras expropiadas de los conventos y otras instituciones religiosas, durante la desamortización de Juan Álvarez Mendizábal), con lo que sus fondos, ya de por sí muy numerosos, experimentaron un importante incremento.3 VICISITUDES HISTÓRICAS
La vida del Prado, tan azarosa en determinados aspectos como la de otras grandes instituciones museísticas, tan sólo ha sufrido, en el transcurso del siglo XX, una convulsión, tan amenazadora como resaltable: el riesgo para su integridad y la de sus tesoros que supusieron los bombardeos sobre Madrid durante la Guerra Civil (1936-1939), en cuyo primer periodo, desde septiembre de 1936, fue su director Pablo Picasso.Los esfuerzos del gobierno de la II República y el desvelo de muchos artistas e intelectuales, entre los que destacó el también pintor Timoteo Pérez Rubio, hicieron posible un primer traslado de sus joyas más luminosas a Valencia y, a continuación, la entrega de un total de 353 cuadros, de todos los dibujos de Francisco de Goya y las alhajas del Delfín —el tesoro en vasos tallados y servicios de mesa del Gran Delfín Luis, hijo de Luis XIV de Francia— a la Sociedad de Naciones, sita en Ginebra. Terminada la guerra, fueron entregadas al régimen vencedor y emprendieron un viaje de regreso, todavía más peligroso que el de ida, por encontrarse Europa sumida en la II Guerra Mundial.4 EDIFICIO
El palacio que alberga al Museo se halla en su primitivo emplazamiento del Paseo del Prado, al que se le han efectuado con el correr de los años varias obras de ampliación y acondicionamiento, sin que se haya alterado su diseño original. El proyecto original de Villanueva disponía el edificio, construido con ladrillo visto y aparejado a tizón sobre una base de granito, según tres cuerpos principales, uno central y dos laterales, unidos por sendas galerías de enlace.
El cuerpo central se dispone transversalmente, al modo de un templo basilical y se abre al Paseo del Prado a la manera de un recinto religioso clásico, con un pórtico de columnas dóricas, al que antecede la estatua de Velázquez. Los dos cuerpos laterales, de planta cuadrada, se hallan dispuestos según el modelo de los palacios madrileños, respecto a un patio hoy cegado, que se abre a la puerta sur y en torno a una rotonda columnaria el que lo hace a la puerta norte. Ésta, conocida hoy como Puerta de Goya, tiene un pórtico jónico y una escalinata monumental, amén de la escultura que representa al genial pintor aragonés en los jardines aledaños. La puerta sur, o Puerta de Murillo, adornada por un balcón, da frente al Real Jardín Botánico e interpone entre éste y el Museo la estatua conmemorativa del pintor sevillano.Los escultores Hermoso, Ramón Barba y Valeriano Salvatierra realizaron la decoración de la fachada principal, que incluye una serie de medallones con retratos de los más ilustres artistas españoles; un gran relieve sobre la columnata del pórtico, obra de Barba, que representa a las Bellas Artes guiadas por Minerva y alusiones al mecenazgo artístico de Fernando VII, además de estatuas alegóricas, realizadas por Valeriano Salvatierra, y jarrones decorativos insertos en el cuerpo bajo de la fachada que da al Paseo del Prado.
5 FONDOS
Las colecciones del Museo del Prado son el fruto de las circunstancias políticas y sociales que influyeron en el desarrollo de dos dinastías monárquicas, así como un fiel reflejo del casi omnímodo poder ejercido durante siglos por la Iglesia católica y un testimonio inapelable del escaso o nulo interés de las clases adineradas españolas hacia las cuestiones artísticas.En la actualidad sus fondos reúnen las obras procedentes de las propiedades reales (de Isabel y Fernando, los Reyes Católicos; de los monarcas de la Casa de Austria, desde el rey Carlos I hasta Felipe IV, y de los Borbones, desde Felipe V a Carlos IV), de las recibidas tras su fusión con el Museo de la Trinidad y, por último, de las adquiridas por el propio Museo y donadas o legadas por particulares en sus casi dos siglos de historia, que no siendo el núcleo principal, sí incluye en su inventario algunas piezas imprescindibles, y ello teniendo en consideración, por ejemplo, que de los 120 cuadros de Goya que en la actualidad posee el Prado, más de 100 ingresaron a lo largo del siglo XX por adquisición o donación.Así se explica la numerosísima existencia de cuadros oficiales (retratos, obras alegóricas, cuadros de familias nobles) y de gran número de obras de carácter religioso, así como el carácter peculiar y fragmentario de las colecciones, rasgos que distinguen al Prado de otros museos de vocación universalista más acusada.Sus orígenes y las circunstancias políticas e históricas explican que puedan agruparse, en síntesis, conforme a la personalidad de tres grandes escuelas: la española, la italiana y la flamenca, cuya representación es única entre las existentes en el mundo, incluidos sus países de origen; y que posea conjuntos mucho más reducidos en número de la pintura francesa —cuya significación, sin embargo, es de primer orden— y de la inglesa, adquirida sobre todo durante las décadas de 1950 y 1960, y aun así insuficiente.
5.1 Escuela española
La colección de la escuela española es la más nutrida y selecta. Abarca desde el románico hasta los últimos años del siglo XIX y posee las creaciones culminantes de sus figuras más representativas. Por sólo citar algunas de ellas: Diego Velázquez, Francisco de Goya, Bartolomé Esteban Murillo, Francisco de Zurbarán y El Greco.
En el edificio anejo del Casón del Buen Retiro —inaugurado en 1971 con los fondos procedentes del Museo Nacional de Arte Moderno, fundado en 1894—, se encuentra la pintura española del siglo XIX, que incluye además de obras de varios de los que fueron directores del centro, otras muchas que conforman un recorrido completo y exhaustivo por las diferentes corrientes decimonónicas: el costumbrismo, la recreación galante, el paisaje naturalista, la pintura histórica y el arte del romanticismo.La afición demostrada por la corte española, desde los Reyes Católicos hasta el propio Felipe IV, a los pintores flamencos y holandeses, justifica que el Museo cuente con conjuntos y piezas sobresalientes desde El Bosco, del que se exhibe el grupo más fastuoso existente en cualquier museo, hasta Petrus Paulus Rubens, del que podría decirse otro tanto, pero que cuenta, además, con las cuantiosas piezas pintadas por encargo de los monarcas y nobles españoles durante casi toda su carrera y las adquiridas en su testamentaría.
5.2 Pintura italiana
Dentro de la pintura italiana, el Prado alberga el repertorio que se estima más esplendoroso de la pintura veneciana del siglo XVI reunido fuera de la ciudad de la laguna. Se ha completado con primitivos, cuatrocentistas, entre ellos piezas capitales de Fra Angelico, Sandro Botticelli, Antonello de Mesina y Andrea Mantegna, y pintores de los siglos XVII y XVIII. La predilección casi maníaca que cuatro de los reyes de la Casa de Austria manifestaron por Tiziano —Carlos V y Felipe II, que fueron sus principales clientes y protectores en vida; Felipe III, que continuó la tradición familiar y de forma especial, Felipe IV, cuyos agentes adquirieron cuanta pieza insigne del artista aparecía en el mercado— logró reunir una selección de su trabajo que, por el número y cualificación de las obras, no tiene par siquiera en toda Italia; a él se añaden los principales artistas venecianos de la época: Tintoretto y Paolo Caliari Veronés.
5.3 Pintura francesa y alemana
La representación de la pintura francesa es la más copiosa de las existentes fuera de las fronteras galas y destaca por los conjuntos de obras de Nicolas Poussin y Claudio de Lorena, así como por la incorporación de retablos y pinturas oficiales realizados por artistas franceses para los reyes de la casa de Borbón.Si bien es cierto que la historia propia y las circunstancias políticas han impedido al Prado, como a otros museos, conseguir fondos descriptivos de la historia de la pintura alemana, el Prado posee, sin embargo, piezas de primera categoría realizadas por artistas de la importancia de Alberto Durero y Lucas Cranach.Forman también parte de los fondos del Prado, una de las obras más universales de Pablo Picasso, Guernica, y los dibujos y bocetos preparatorios o vinculados por el artista al momento de su creación. Fueron devueltos por el Museo de Arte Moderno de Nueva York al Estado español en 1981, e instalados en el Casón del Buen Retiro, así como su compañero de entonces, el denominado “Legado” (Douglas Cooper). Desde 1992 permanecen, en régimen de depósito, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.6 ESCULTURA
Más de 500 piezas forman la Colección de Escultura, compuesta de forma señalada por aportaciones clásicas grecorromanas, renacentistas —entre las que brillan con luz propia los bronces y mármoles de León y Pompeo Leoni— y piezas barrocas. El conjunto más suntuoso procede de la adquisición en 1724, por Felipe V y su esposa Isabel de Farnesio de la colección de escultura clásica de la reina Cristina de Suecia.7 REFORMA DEL MUSEO DEL PRADO
En 1995 el Consejo de Ministros español aprobó un plan de ampliación y reforma de las instalaciones del Museo del Prado, así como de su entorno. El proyecto, dirigido por el arquitecto español Rafael Moneo, supone que el Museo incluirá, además de los edificios actualmente en uso (el Edificio Villanueva y el Casón del Buen Retiro, ambos en proceso de reestructuración), el actual Museo del Ejército (sede del que fuera Salón de Reinos para el que Velázquez pintó La rendición de Breda, obra que volverá, pues, a su enclave original), el claustro de la iglesia de Los Jerónimos (que se dedicará a sala de exposiciones temporales) y un edificio colindante a este último que se dedicará a oficinas).El nuevo plan museográfico se articula como sigue. Por lo que respecta al Edificio Villanueva, en su planta inferior se podrá contemplar la colección de bustos clásicos y artes decorativas; en la planta baja, las obras más antiguas del Museo, desde la estatuaria clásica hasta 1600; en la planta principal, la pintura del siglo XVII (la española ocupará la gran galería central); en la tercera planta (antes destinada a oficinas), la mitad de la colección de obras de Goya y la pintura española y europea del siglo XVIII.El actual Museo del Ejército (o ala norte del Palacio del Buen Retiro) mostrará, con marcado carácter histórico, la reconstrucción mobiliaria (objetos incluidos) del Salón de Reinos y otras grandes series decorativas de otros palacios reales.Por su parte, en el Casón del Buen Retiro se podrán ver las obras pictóricas y escultóricas del siglo XIX.