Posiblemente esta tendencia del Arte, ubicada formalmente a finales del siglo XIX, es la única que podría hoy aunar y compendiar, verdaderamente, la síntesis universal y definitiva de lo que debería ser el Arte. Porque, a lo largo de la Historia, se han sucedido escuelas, tendencias, inclinaciones intelectuales y artísticas para expresar en imágenes los sentimientos inspiradores. Pero, ¿y hoy, con qué nos quedamos ya para definir la mejor, la más sublime y bella, la más interesante y comunicativa forma de transmitir Arte? Actualmente no hay una, o dos, o cinco siquiera formas; no, todas (abstracción, impresionismo, realismo, figuración, etc..) coexisten ya en una amalgama desenfocada. Sin embargo, algunos artistas han comprendido que lo importante, a estas alturas, es expresar una combinación efectista de belleza clásica y algo más... Una comunicación atrayente, sin evidenciar del todo el mensaje de la misma, tratando de transmitirlo con metáforas, símbolos, sinestesias o semblanzas.
Pero esto lo comprendieron ya hasta los primitivos creadores del cuatroccento, como Paolo Ucello en el temprano 1470, como en el Renacimiento posterior y en casi todas las tendencias siguientes, como en los sugestivos Prerrafaelitas, y así hasta llegar al Simbolismo del XIX. ¿Cuál fue ya la característica esencial de estos creadores simbolistas, que existieron tanto en la Literatura como en la Pintura? El misterio, ahora semidesvelado, por el mito y la palabra, por el símbolo y la representación, por la realidad confundida en el gesto enigmático y la semblanza más exquisita. El poeta griego Jean Moréas trataría de definir el simbolismo en 1886: Los aspectos de la naturaleza, las acciones humanas y todos los fenómenos concretos no se manifiestan en sí mismos, sino que son apariencias sensibles destinadas a representar sus afinidades esotéricas con las Ideas primordiales.
Sin embargo, realmente, esta forma de expresar era tan antigua como el mundo creativo del Hombre. Por ello, quizá el Simbolismo nunca pudo cuajar como tal concreta -período, inclinaciones intelectuales y estéticas- tendencia artística. Su reivindicación idealista era lógica: lo que se expresa metafóricamente es una forma de idealización, de lo Bello, lo Armónico, lo Justo, lo Eterno, etc...; su marcado esoterismo fue necesario para manejar el misterio, lo sagrado, lo mítico, lo trascendente. Y todos estos elementos los encontramos siempre, hoy también, cuando por ejemplo lo vemos en el cine que se hace, Avatar: realismo extremo, última tecnología para exacerbar la mejor calidad, junto con la más maravillosa metáfora ficcional.
En la obra de Paolo Ucello, San Jorge y el Dragón, de 1470, tenemos ya una creación genial, absolutamente extraordinaria. Es de noche en la escena, vemos la media luna en el cielo; y aquí el pintor nos muestra la penumbra tan visible como le permite lo que desea mostrar. En la diagonal de los principales elementos, aparece una doncella sin temor, sujetando incluso al dragón como si fuera suyo ¿por qué?. Un dragón feroz, terrible, sangrando levemente ¿menos daño no se puede ya hacer? Y con un Jorge adolescente, ¿la audacia motivada por amor sólo es posible en esos años? Y el remolino celestial de lo divino, justo detrás del héroe, que empuja la lanza con su fuerza sobrehumana. Pero, hay más cosas, algunas sin sentido. ¿Por qué dibuja el pintor trozos de hierba en el suelo como figuras enigmáticas de algunos signos creativos? ¿Qué son, qué indican? No, en esto no es posible más que el juego, el desvelamiento de cosas que ahora no son más que eso, simple imaginación misteriosa.
Luego, cuando el Renacimiento permitió albergar el ideal clásico con la metáfora brillante, algunos pintores, como el desconocido Dosso Dossi, llegaron a componer magníficos encuadres. Como en su obra Júpiter, Mercurio y la Virtud de 1518. Aquí acudimos a la Mitología. El dios de los dioses, el creador más insigne, Júpiter -Zeus en Grecia-, está pintando él ahora, creando cosas. En este caso mariposas, símbolo del movimiento imperceptible. A cada una que crea, van saliendo del divino lienzo incluso ya volando, ¡con vida...! Y aquí esta abstraído el dios, necesita estar concentrado para tal esfuerzo. Sin embargo, la Virtud necesita consultarle algo urgentemente. Entonces es instada a callarse por Mercurio, que le muestra así su dedo indicativo. ¡Ni siquiera a la Virtud se la deja que importune! Porque, es ya la creación -misteriosa, enigmática, silente- más importante ahora que otra cosa.
(Témpera sobre lienzo San Jorge y el Dragón, 1470, Paolo Ucello, National Gallery, Londres; Obra Júpiter, Mercurio y la Virtud, 1518, Dosso Dossi, Castillo de Wawel, Cracovia, Polonia; Óleo Apolo y Dafne, 1524, Dosso Dossi, Galería Borghese, Roma; Pintura San Martín, 1882, del pintor simbolista Gustave Morau; Cuadro Angélica, 1873, de Arnold Böcklin; Óleo David y Urías, actualidad, del pintor ruso Igor Samsonov, Rusia; Obra La Música, Lección II, actualidad, Igor Samsonov, Rusia; Óleo Temptation, actualidad, del pintor ruso -nacido en 1963- Igor Samsonov, Rusia; Óleo magnífico Despertar de la primavera, 1880, del pintor simbolista Arnold Böcklin.)