No hacen falta determinadas condiciones del entorno para que la vida tenga lugar, es la vida quien condiciona a todo lo demás. Para darse cuenta de esto basta salir del cerco del materialismo y percibir la danza de los átomos que supone la nutrición y la respiración: nuestra vida no está en esos átomos, pues salen y entran constantemente en nuestro cuerpo sin que la vida se nos escape. Cuando morimos no “mueren” los átomos, es la vida que ha decidido abandonar su danza de la materia.
No hacen falta determinadas condiciones del entorno para que la vida tenga lugar, es la vida quien condiciona a todo lo demás. Para darse cuenta de esto basta salir del cerco del materialismo y percibir la danza de los átomos que supone la nutrición y la respiración: nuestra vida no está en esos átomos, pues salen y entran constantemente en nuestro cuerpo sin que la vida se nos escape. Cuando morimos no “mueren” los átomos, es la vida que ha decidido abandonar su danza de la materia.